La Cuaresma, tiempo de misericordia

El Papa Francisco presenta su mensaje para este período litúrgico basado en la primera grandeza de la misericordia, la Virgen María, y las obras de misericordia para ganarse el Jubileo

Ya avisaba el Papa Francisco en la Misericordiae Vultus que la Cuaresma de este año Jubilar debía ser vivida con mayor intensidad para celebrar y experimentar la misericordia de Dios. De nuevo, el Pontífice lo recuerda en su mensaje para la Cuaresma, en el que advierte que «enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la proximidad y del perdón de Dios». El mensaje, en definitiva, se basa en tres pilares: María como icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada, la alianza de Dios empapada de misericordia con los hombres a lo largo de la historia y las obras de misericordia en el camino jubilar.

«No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión», escribe el Papa Francisco, quien considera que este tiempo litúrgico «es favorable para salir a finales de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y en las obras de misericordia». Sólo siguiendo este camino, aquellos más soberbios o poderosos -de los que habla el Magnificado- tendrán la posibilidad de darse cuenta de que son queridos por Cristo, quien ha muerto y resucitado por ellos.

María, ejemplo de misericordia

Expresa Francisco que «la misericordia está estrechamente vinculada precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales». Y es que María fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina, tuvo la valentía de confesar su pequeñez y se dio a conocer como una humilde sierva de Dios.

Una historia de misericordia

Desde el Antiguo Testamento, el misterio de la misericordia se revela en la alianza entre Dios e Israel. Dios siempre demuestra su misericordia con su pueblo: «Es un auténtico drama de amor, en el que Dios desarrolla el papel de padre y de marido traicionado, mientras Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel». Este drama de amor llega a la cúspide con el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, que se convierte en «misericordia encarnada».

Las obras de misericordia

La fe no son sólo palabras sino que también se traduce en gestos concretos y cotidianos, «destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu y sobre los que seremos juzgados». Estos gestos concretos son las obras de misericordia: las corporales y las espirituales. Las explica el propio Francisco: «Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser alimentados, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por lo tanto, nunca debemos separar las obras corporales de las espirituales».

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