Junto al sepulcro sellado

“El Sábado Santo –nos dice el Misal Romano-, la Iglesia no se separa del sepulcro del Señor, meditando su Pasión y su cruz”

Cansado, pero victorioso, Jesús ahora reposa. El Génesis se hace la pregunta: ¿Quién osará estorbarlo? ¿Quién osará estorbar o, mejor, despertar a aquel que tiene la primacía y la autoridad sobre todas las cosas? En el Apocalipsis está la respuesta. Lo podrá hacer el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, después de reconocer en Jesús no sólo al león de la tribu de Judá sino a aquel león que se ha convertido en cordero inmolado (Ap 5,6), ahora lo despierta para enaltecerlo, a fin de que todos lo contemplen de pie y glorioso en el trono del cielo y proclamen su victoria con un cántico nuevo, diciendo: “Fuiste degollado y con tu sangre adquiriste para Dios hombres de toda raza, pueblo y nación, hiciste de ellos linaje real y sacerdotes para nuestro Dios y serán reyes en la tierra” (Ap 5,9b-10).

Por ahora -en el Sábado Santo- todo esto, combates, victorias y reposo, sólo lo podemos contemplar desde el silencio reverente de un sepulcro sellado. “El Sábado Santo –nos dice el Misal Romano-, la Iglesia no se separa del sepulcro del Señor, meditando su Pasión y su cruz”.

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