Juana de Bigard, la fundadora de la Obra de San Pedro Apóstol

 La Obra de San Pedro Apóstol fue una propuesta innovadora que revolucionó mentalmente tanto la Iglesia como la sociedad del momento Este domingo 28 de abril se celebra la Jornada de las Vocaciones Nativas para ayudar al sostenimiento de los religiosos que trabajan en el Tercer Mundo, que surge como una iniciativa de la Obra [...]

 La Obra de San Pedro Apóstol fue una propuesta innovadora que revolucionó mentalmente tanto la Iglesia como la sociedad del momento

Este domingo 28 de abril se celebra la Jornada de las Vocaciones Nativas para ayudar al sostenimiento de los religiosos que trabajan en el Tercer Mundo, que surge como una iniciativa de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol. El origen de esta obra se encuentra en la figura de Juana de Bigard, una mujer que con la ayuda de su madre luchó para conseguir que los religiosos del Tercer Mundo pudieran tener recursos para formarse y dedicarse a evangelizar.

La lucha de una mujer con carisma

En la Francia de la segunda mitad del siglo XX, en un momento de plena revolución, cuando nadie se planteaba la necesidad de una formación sacerdotal más allá de los muros de Occidente, Juana de Bigard y su madre, Estefanía de Bigard, movieron cielo y tierra para ayudar económicamente a los religiosos del Tercer Mundo.

A partir del contacto con misioneros, madre e hija vieron que era necesario iniciar algún proyecto que garantizara la formación de los candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada en los territorios lejanos, de manera que no se perdiera ningúna vocación y así se promoviera la evangelización en todo el mundo. Juana y Estefanía de Bigard vieron que, para crear una comunidad cristiana sólida, cada territorio necesitaba un clero autóctono, el cual sería más capaz que cualquier misionero fuera dar valor y riqueza a las tradiciones locales y de predicar el Evangelio en el ámbito de su cultura. Por eso, después de distribuir sus pertenencias más valiosas entre los seminarios de misiones, Juana de Bigard, apoyada por su madre, comenzó a pedir apoyo económico para esta causa a otras personas.

Así es como surgió la Obra de San Pedro Apóstol, una propuesta innovadora que revolucionó mentalmente tanto la Iglesia como la sociedad del momento. La idea, sin embargo, de entrada no atrajo a todos, y menos aún a los poderes políticos, que veían en peligro sus intereses económicos. Aún así Juana de Bigard luchó para convencer a la comunidad católica de la necesidad de dotar de sacerdotes, religiosos, religiosas y obispos a todos aquellos territorios nativos donde llegaba la llamada de Dios. Se le puso en contra su obispo, quien no acababa de ver la necesidad de destinar recursos a las Iglesias más lejanas, los políticos y economistas del momento, que veían la iniciativa como un peligro para sus intereses, e incluso la su familia.

Por problemas de salud, Juana dejó la responsabilidad de la Obra de San Pedro Apóstol en 1905, la cual se transfirió a Roma en 1920 y se proclamó Obra Pontificia el 3 de mayo de 1922.

Hoy en día, gracias a la iniciativa que tuvieron madre e hija en su momento, muchos religiosos del Tercer Mundo han podido formarse en el camino de Dios y predicar el Evangelio en el seno de sus comunidades.

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