Jean-Bosco Matand: «El Evangelio es bueno en sí mismo para los demás»

El sacerdote de Kinshasa ha hecho un recorrido por las grandes ciudades en las que Jesús predicó el Evangelio, destacando el impacto que dejó en cada una de ellas

Es el último día pero los ánimos no han decaído, ni en la calidad de las ponencias ni en la atención de los asistentes. Jean-Bosco Matand ha sido el encargado de abrir la última sesión del Congreso de las Grandes Ciudades, que se ha dedicado a ‘Cómo comunicar el Evangelio en la gran ciudad’. El de Kinshasa ha querido especificar cuál es el impacto de la Buena Nueva, que considera «positivo, bueno y feliz», en las urbes del tiempo de Jesús.


 
Los Evangelios y el término ‘ciudad’
 
Matand afirma que, aunque en primera instancia pueda parecer que aquellos que reciben el Evangelio no lo vean como un mensaje positivo, «es bueno en sí mismo para los demás» porque Jesús es un testimonio del amor de Dios.
 
El de Kinshasa ha recordado que Jesús comienza su misión en una ciudad, en Cafarnaún. Las multitudes no querían dejarlo ir de Galilea, pero Él debía ir a otras ciudades a proclamar la Buena Nueva. La ciudad, por tanto, es un lugar de comunión aunque el término ‘ciudad’ se actualiza de forma metonímica para referirse a la población de una ciudad.
 
Los Evangelios no especifican la riqueza o pobreza de las ciudades. Sólo sugieren que los leprosos o ciegos vivían fuera de ellas y que Jesús los conoció extra muros y, incluso, los sanó allí. Además, tampoco hay una clara distinción, sobre todo en los evangelios sinópticos, entre polis y pueblo. Se usa el término indistintamente pero nunca se emplea como término político.
 
Nazaret, el lugar de nacimiento de Jesús
 
Era un pueblo rural pero suficientemente grande para tener una sinagoga. Se calcula que contenía, en el primer siglo, 480 habitantes. La ciudad tuvo un impacto inimaginable para Jesús. Pero en los Evangelios no explican nada de la infancia y juventud de Jesús en aquella conurbación.
 
Cafarnaúm, la ciudad de residencia de Jesús
 
Jesús deja Nazaret para irse a vivir a Cafarnaún. Allí, había dos sinagogas. En esta gran ciudad es donde llama a dos discípulos y donde hará la primera curación. Es donde Jesús revela su naturaleza divina, como «maestro» y «Hijo de Dios», y la multitud lo empieza a seguir. Jesús invita a la euforia de Cafarnaúm con sus milagros y con el inicio de su actividad pública.
 
Impacto del Evangelio en la gran ciudad
 
Los evangelistas concuerdan que Jesús estuvo en Jerusalén más de una vez. El templo era el lugar más importante de esa ciudad ya que era el símbolo de la presencia de Dios en el mundo humano. Cuando Jesús llega a Jerusalén va directo al templo y es allí donde se terminará con su vida humana. En Jerusalén, es donde se pregunta cuál es la identidad de Jesús y por qué se hacía llamar «Hijo de Dios». La respuesta se desvela en parábolas o en acciones.
 
«Este Evangelio está dedicado a las grandes ciudades de hoy en día también», afirmó tajante Matand, quien considera que «el impacto del Evangelio en la nueva cultura de hoy está marcada por la ausencia de Dios». El sacerdote de Kinshasa ha propuesto el diálogo, sin miedo, en todo el mundo, con el fin de aproximarse a una Iglesia que está impregnada de verdad. Se trata de encontrar momentos concretos con Dios de manera que la multitud se pregunte «Y, para vosotros, ¿quién soy yo?»

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