Invertir la pirámide

La madre de Jesús proclama en el 'Magníficat' la «lógica» de una sociedad que Dios la quiere al revés de como estamos acostumbrados a organizarla cuando favorecemos el poder y las desigualdades

Siempre me ha llamado la atención que en el Evangelio aparece que nuestra «lógica» no siempre está en consonancia con la «lógica» de Jesús. Más aún, como si a Jesús le gustara ponerlo en evidencia cuando dice que «los primeros seran últimos y los últimos, primeros», o cuando, dirigiéndose a sus discípulos y explicando cómo actúan los gobernantes, les dice: «Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, que sea vuestro servidor», o cuando algunos buscan los primeros lugares, les dice que «todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Y una infinidad más de sentencias que muestran el estilo que espera de sus seguidores.

También María, la madre de Jesús, proclama en el Magníficat la «lógica» de una sociedad que Dios quiere al revés a como estamos acostumbrados a organizarla cuando favorecemos el poder y las desigualdades: «Dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.» La primera comunidad cristiana ha entendido la «lógica» de Jesús y la pone en práctica haciéndose servidora del Evangelio. Sin embargo, cuando a menudo se favorece a una organización piramidal donde unos pocos están arriba y la inmensa mayoría abajo, quizá nos es más difícil entender que, en nombre de Jesús, debemos invertir la pirámide.

Hace pocos días, el papa Francisco, refiriéndose a los organismos de comunión de la Iglesia particular: consejo presbiteral, colegio de consultores, capítulo de los canónigos y consejo pastoral, ha dicho que «solamente en la medida en la que estos organismos permanecen conectados con lo “bajo” y parten de la gente, de los problemas de cada día, puede comenzar a tomar forma una Iglesia sinodal», que es donde estos instrumentos son valorados como ocasión de escucha y participación. Muchas cosas aún deben cambiar, sin embargo, la renovación ha de venir sobre todo de aquellas actitudes que invierten la pirámide y seguir —aunque parezca ilógica— la «lógica del Evangelio», la «lógica de Jesús».

 

Sebastià Taltavull Anglada

Obispo auxiliar de Barcelona

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