Homilía del Sr. Cardenal en el 1º aniversario de la Dedicación de la Sagrada Familia

Homilía del Sr. Cardenal de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, en la Eucaristía del 1º Aniversario de la Dedicación de la Basílica de la Sagrada Família y del 50º aniversario de su ordenación sacerdotal, 6 de noviembre de 2011 Nos hemos reunido con gozo en esta bellísima y entrañable Basílica de la Sagrada Familia para [...]

Homilía del Sr. Cardenal de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach,

en la Eucaristía del 1º Aniversario de la Dedicación de la Basílica de la Sagrada Família y

del 50º aniversario de su ordenación sacerdotal,

6 de noviembre de 2011

Nos hemos reunido con gozo en esta bellísima y entrañable Basílica de la Sagrada Familia para conmemorar el primer Aniversario de su Dedicación que fue presidida por el Santo Padre Benedicto XVI. Todos llevamos en nuestro corazón el recuerdo agradecido e inolvidable de la visita apostólica del Papa a Barcelona y de la celebración litúrgica de la Dedicación del templo y del altar que fue radiante de belleza y de participación por parte de toda la numerosísima asamblea litúrgica reunida en la Basílica y en sus entornos. Reiteramos al Santo Padre nuestro agradecimiento por su visita, su afecto y su mensaje que nos dejó y que ha orientado nuestro Plan Pastoral de la Archidiócesis.

El Señor nos ha convocado, hoy domingo, para celebrar la Eucaristía, el memorial de la muerte y de la resurrección de Jesucristo para la salvación de toda la humanidad, y lo hacemos jubilosos en esta Basílica gaudiniana, suma admirable de técnica, de arte y de fe. Como nos dijo el Santo Padre en su homilía, Gaudí “abriendo así su espíritu a Dios ha sido capaz de crear en esta ciudad un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma”.

Maravillados por esta belleza de la Basílica captamos mejor la imagen bíblica que nos ofrece el apóstol Pablo en su carta a los Efesios. Por el bautismo todos somos conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, con el mismo Cristo Jesús por piedra angular. Y es en esta piedra angular en que toda la construcción, ajustada armoniosamente, como las obras de este bellísimo templo, se levantará para ser templo santo en el Señor y también nosotros formamos parte del edificio para llegar a ser mansión de Dios en el Espíritu.

La conmemoración de la Dedicación de la Basílica de la Sagrada Familia nos ayuda a tomar mayor conciencia de ser todos nosotros piedras vivas de la Iglesia. Antes de empezar las unciones, el celebrante dice en voz alta: “Que el Señor santifique con su poder esta casa y este altar, para que manifiesten con un signo visible el misterio de Cristo y de la Iglesia” (Ritual, n.64).

Esta casa no es una casa cualquiera, sino “el tabernáculo de Dios con los hombres”. La Iglesia que tiene aquí su casa es, en Cristo, el templo en donde habita Dios, y este “templo es santo, es una construcción de Dios, una edificación de Dios”. El Señor construye este templo con todos sus hijos e hijas para que sean la Iglesia que vive del Señor, anuncia en todo lugar la Buena Nueva, se reúne para celebrar la fe y da testimonio de caridad a favor de los hermanos pobres y necesitados. 

Los cristianos hemos de imitar a nuestro “arquitecto de Dios” como piedras vivas que somos del edificio no construido por manos de hombres, sino por el Espíritu que el Padre en Cristo nos ha dado. El Santo Padre en su homilía nos dijo que “Gaudí quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia. Así unió la realidad del mundo y la historia de la salvación… Introdujo piedras, árboles y vida humana dentro del templo, para que toda la creación convergiera en la alabanza divina…E hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza”.

Nosotros también como piedras vivas para conseguir estas importantes finalidades en la Iglesia hemos de inspirarnos en aquellos mismos libros que orientaron todas las actitudes y actividades de Antoni Gaudí como persona, como cristiano y como profesional, con el fin de vivir y actuar como cristianos en el seno de la Iglesia y de la sociedad, poniendo de relieve la belleza de la Palabra divina, de la celebración de la fe y de la solidaridad cristiana.

Gaudí decía que la belleza es provocadora y atrae a los hombres y mujeres que ansían la Verdad y la Bondad. Vivir la vocación bautismal de ser piedras vivas de la Iglesia contribuye a que las comunidades sean un clamor evangelizador que anuncien a Jesucristo a todas las personas y les propicien un encuentro personal con él, el único que, como nos ha dicho Benedicto XVI en su primera encíclica, nos permite empezar a ser cristianos (cf. Dios es amor, n. 1).

Nuestra Iglesia de Barcelona en comunión y sintonía con toda la Iglesia de Jesucristo extendida de Oriente a Occidente, está entregada a la nueva evangelización. Este curso hemos iniciado un nuevo Plan Pastoral centrado plenamente en la misión y la evangelización. Nos ha movido a ello la urgencia de la nueva evangelización en nuestras sociedades europeas occidentales caracterizadas por el secularismo y la indiferencia religiosa. Nos ha estimulado a ello, el trabajo del nuevo Dicasterio romano dedicado a la nueva evangelización y la colaboración que este Dicasterio ha pedido a nuestra ciudad cosmopolita en la “Misión Metrópolis” y la preparación del próximo Sínodo de Obispos sobre la nueva evangelización para la transmisión de la fe, y ha contribuido a ello de una manera muy especial el mensaje que el Papa Benedicto XVI nos ha dejado en la visita apostólica a Barcelona. En su homilía, en esta Basílica, nos dijo: “Apoyados en esa fe, busquemos juntos mostrar al mundo el rostro de Dios, que es amor y el único que puede responder al anhelo de plenitud del hombre. Esa es la gran tarea, mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no de coacción, de concordia y no de discordia”.

Gaudí solía decir que en el templo de la Sagrada Familia todo es providencial. Considero que ha sido providencial que nuestro querido “arquitecto de Dios” proyectara esta obra magnífica y maravillosa y que este templo fuera dedicado por nuestro querido Santo Padre Benedicto XVI. Providencialmente disponemos de una Basílica que acoge a millones y millones de personas de todo el mundo, creyentes y no creyentes, y con la celebración del culto y la contemplación de su belleza puede llevar a muchos hombres y mujeres hacia la suma Belleza, hacia Dios.

A esto se refirió Benedicto XVI en su homilía con estas palabras: “Pienso que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho de gran significado. Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre. Que el secreto de la auténtica originalidad está, como decía él, en volver al origen que es Dios”.

El apóstol Pablo nos ayuda a reflexionar con estas palabras: “¿No sabéis que sois templo de Dios?… El templo de Dios es sagrado y este templo sois vosotros” (1Co 3, 16-17). He aquí unidas la verdad y la dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre. Como enseña el caso de Zaqueo, del que se habla en el Evangelio de hoy (cf. Lc 9, 1-10), si el hombre deja entrar a Dios en su vida y en su mundo, si deja que Cristo viva en su corazón, no se arrepentirá, sino que experimentará la alegría de compartir su misma vida siendo objeto de su amor infinito.

Todos somos piedras vivas de la Iglesia de Cristo y cada uno ha de vivir con generosidad y fidelidad la vocación que ha recibido del Señor. Hoy, queridos hermanos y hermanas, unimos a la acción de gracias a Dios por el aniversario de la Dedicación de la Sagrada Familia, la acción de gracias al Señor por las bodas de oro sacerdotales del pastor de esta Iglesia de Barcelona y de los otros hermanos del mismo curso. En estos momentos vienen a mi memoria aquellos encuentros personales con Jesús en la adolescencia e inicio de la juventud, deseados con el mismo interés que tuvo Zaqueo de ver al Señor, y la llamada del Señor Jesús a seguirle como lo hicieron los doce apóstoles que un día escogió el Señor cerca del lago. La acción de gracias de la comunidad diocesana por estos cincuenta años de ministerio sacerdotal es también una expresión de vuestro agradecimiento al Señor, Amo de la viña, por el don del ministerio sacerdotal. Este agradecimiento se convierte hoy en una plegaria para que envíe a nuestra Iglesia de Barcelona y a las otras Iglesias diocesanas santos y suficientes sacerdotes. Os pido a las comunidades parroquiales que invitéis a los jóvenes para que estén atentos a la llamada del Señor y sean generosos si los invita a entregar su vida radicalmente al servicio de la Iglesia en el ministerio de buenos pastores.

Como decía el Papa con motivo de sus sesenta años de sacerdocio, en estos años han cambiado muchas cosas, pero permanece siempre la fidelidad del Señor. Él es el mismo ayer, hoy y siempre, y esta es nuestra certeza, que marca el camino del futuro. Esta conmemoración es el momento de la memoria, el momento de la gratitud y también el momento de la esperanza. Mi agradecimiento se extiende a todos – desde mi familia hasta todas las comunidades e instituciones de Iglesia – que me han ayudado y sostenido con la oración y la colaboración. A todos gracias y a todos perdón por mis faltas. In Te Domine speravi, non confundar in aeternum.

Un objetivo del Plan Pastoral es la solidaridad expresión de nuestro amor y de nuestra fe cristiana. Nos exhortó también a ello el Papa en su visita al “Niño Dios”, diciéndonos: “En esta tierra, esas palabras de Cristo han impulsado a muchos hijos de la Iglesia a dedicar sus  vidas a la enseñanza, la beneficencia o el cuidado de los enfermos y discapacitados. Inspirados en su ejemplo, os pido que sigáis socorriendo a los más pequeños y menesterosos, dándoles lo mejor de vosotros mismos”.

Muy queridos, hermanas y hermanos, deseo acabar con les mismas palabras del Santo Padre Benedicto XVI en  su homilía de hace una año: “Que María presente también a su divino Hijo las alegrías y las penas de todos los que lleguen a este lugar sagrado en el futuro, para que, como reza la Iglesia al dedicar los templos, los pobres puedan encontrar misericordia, los oprimidos alcanzar la libertad verdadera y todos los hombres se revistan de la dignidad de hijos de Dios. Amén”.

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