Homilia del Sr. Cardenal de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, en la Missa de la Mare de Déu de la Mercè

Nos reunimos un año más con gozo para celebrar con la Eucaristía la solemnidad de la Virgen de La Merced, patrona de la ciudad de Barcelona y de la Provincia Eclesiástica integrada por la archidiócesis de Barcelona y por las diócesis de Sant Feliu de Llobregat y Terrassa. Esta bellísima basílica de nuestra Patrona y [...]

Nos reunimos un año más con gozo para celebrar con la Eucaristía la solemnidad de la Virgen de La Merced, patrona de la ciudad de Barcelona y de la Provincia Eclesiástica integrada por la archidiócesis de Barcelona y por las diócesis de Sant Feliu de Llobregat y Terrassa.

Esta bellísima basílica de nuestra Patrona y la protección espiritual y material que nos atorga la Virgen de la Merced están muy presentes en la historia de nuestra ciudad y forman parte de nuestra identidad. Se trata de una identidad que viene de muy lejos. Nuestras raíces cristianas son muy profundas y continúan dando sazón y frutos en nuestros días.

Esto lo quisiera expresar con un hecho de actualidad. Me impresionó mucho –pensando en nuestra tierra- lo que dijo el Santo Padre Benedicto XVI en la audiencia general del pasado miércoles, en la cual, como es su costumbre, hizo una reflexión y como un balance de su último viaje apostólico, que ha realizado al Reino Unido entre los días 16 al 19 de setiembre.

Después de agradecer la acogida que le ha dispensado aquella sociedad en sus diversos estamentos –desde las máximas autoridades del Estado y de la política, hasta los representantes del mundo de la política y de la cultura y las comunidades cristianas y católicas del país-, el Santo Padre hizo esta afirmación: “El Evangelio está en la base de una sociedad verdaderamente humana, justa y libre”. Y expresó el deseo de establecer un diálogo de amistad con la sociedad entera, para comunicarle la novedad del Evangelio “del cual –dijo textualmente- la cultura occidental está todavía empapada”.

Y a continuación añadió estas palabras, que algunos medios han destacado con toda razón: “Este viaje apostólico me ha confirmado en una profunda convicción: las antiguas naciones europeas conservan su alma cristiana y, aunque el secularismo la amenace, la Iglesia, que está convencida del bien que este alma cristianasupone, se esfuerza por mantener esta rica tradición”.

El próximo viaje apostólico de Benedicto XVI, como sabéis, será a nuestro país, a Santiago de Compostela y a nuestra ciudad de Barcelona, si Dios quiere, los próximos días 6 y 7 de noviembre. Pienso que los ciudadanos y ciudadanas de Barcelona, de toda Cataluña y de España entera, tenemos el deseo de que ésta sea también la impresión de Benedicto XVI de su estancia entre nosotros para presidir y celebrar la dedicación del templo de la Sagrada Familia, que tanto honora a nuestra ciudad. Que nos vea decididos a trabajar por mantener esta rica tradición, que no está muerta, aunque quizás esté, como las brasas, algunas veces escondida bajo las cenizas.

Todos deseamos una sociedad verdaderamente humana, justa y libre, que son los rasgos que señala el Santo Padre en las palabras que he citado.

El cristianismo ha sido la matriz de la cultura occidental y tiene todavía suficientes virtualidades para colaborar a través de todos los cristianos y cristianas en la construcción de una sociedad que sea verdaderamente humana, justa y libre. Todos estamos llamados a esta tarea, y de una manera especial los laicos y laicas, llamados a vivir y a impregnar con los valores del Evangelio las realidades seculares en las que viven los cristianos laicos y en los cuales tienen una misión especial, sobre todo en virtud de su bautismo y de su confirmación. No cabe duda de que los laicos tiene también una misión en el interior de la Iglesia, de la que son miembros de pleno derecho. Sin embargo, como he afirmado en años pasados en esta misma circunstancia y en esta misma basílica, vivimos un déficit del compromiso cristiano de los laicos en las realidades seculares, en la política, en la economía, en la cultura, en la comunicación y en todos los ámbitos de la actividad humana.

La fiesta de hoy es una invitación a dar gracias a Dios por todos aquellos hombres y mujeres que, en la Iglesia, en la familia, en las instituciones sociales, se convierten en don, en merced, en favor de sus hermanos y hermanas.

Las lecturas bíblicas que hemos escuchado nos han hablado de unos objetivos muy aptos para construir una sociedad más humana más justa y más libre. Estas lecturas nos han hablado de liberación, de lucha contra el pecado que esclaviza y de superación de las carencias materiales que hacen sufrir a las personas. Todo esto es lo que pone de relieve “el ideal de la Merced, es decir, la obra que la Virgen de la Merced inspiró a San Pedro Nolasco y a Santa María de Cervelló –aquella mujer admirable que tanto colaboró con la obra mercedaria y que tiene su sepulcro en esta basílica- y también a San Ramón de Penyafort y al rey Jaime I. El espíritu de la Merced ha sido una constante en nuestra historia a partir de aquel 10 de agosto de 1218, cuando en el altar mayor de la catedral de Barcelona quedó constituida la Orden de la Merced.

El “ideal de la Merced” es de mucha actualidad en nuestro tiempo, a pesar de los siglos transcurridos desde la fundación de la Orden. También hoy muchos tipos de esclavitud que impiden a las personas realizarse plenamente y a los pueblos conseguir su deseo de desarrollo. Son esclavitudes que tienen su raíz en el egoísmo humano, en definitiva, en el pecado. La liberación de las esclavitudes nos proporciona la libertad, condición indispensable para alcanzar una vida humana y cristiana plena y auténtica.

Barcelona se dispone a vivir dos acontecimientos de especial relieve para los que es necesaria la colaboración de todos, desde las autoridades hasta los ciudadanos, colaboración que pido y agradezco en este acto en que se reúne una tan amplia y cualificada representación de nuestra ciudad, de nuestra diócesis y de toda Cataluña.

Los días del 3 al 5 de octubre celebraremos en Barcelona el XXV Encuentro Internacional de Plegaria por la Paz, promovido por la Comunidad de San Egidio, que año tras año mantiene el llamado espíritu de Asís, que tiene sus raíces en aquel encuentro de líderes religiosos de todo el mundo convocado por Juan Pablo II el año 1986 en la ciudad de San Francisco. Este encuentro viene por segunda vez a la ciudad de Barcelona. Considero especialmente oportuno que nuestra ciudad acoja a líderes de las principales confesiones y religiones del mundo, porque así, todos los ciudadanos de esta sociedad cada día más plural y globalizada, puedan ver nuestra voluntad de construir una convivencia en la libertad, en el respeto de las diversidades y en respeto a los derechos humanos. El lema de este Encuentro es bien explícito sobre su espíritu sus propósitos: “Convivir en un tiempo de crisis – Familia de los pueblos, familia de Dios”. Es un reto también y un compromiso. Que cuantos creemos en Dios trabajemos para convivir en paz en este mundo globalizado y en esta sociedad plural.

La segunda circunstancia es también conocida por todos. El Santo Padre dejará el Vaticano para venir a visitarnos. Como he pedido en mi reciente exhortación pastoral “Comenzamos con el Papa un nuevo curso”, “nosotros hemos de acogerlo saliendo de nuestras casas, dejando nuestros pueblos y nuestras ciudades de Cataluña y participando personalmente en la dedicación del templo de la Sagrada Familia y saludándolo por las calles y plazas por las que pasará desde su llegada hasta que deje Barcelona”.

Diría que la visita se convierte en un examen de la capacidad acogedora de la ciudad, calificada por Miguel de Cervantes como “archivo de la cortesía” y como “hospital de los pobres”. También se convierte en un examen de la calidad de nuestra vida cristiana y de nuestra capacidad de construir una sociedad más “humana, más justa, más libre”.

La dedicación del templo de la Sagrada familia es una invitación sobre todo a las familias cristianas a ser “un santuario de piedras vivas”, una Iglesia doméstica, en la que se viva la riqueza del matrimonio entre un hombre y una mujer, en la que se construya cada día una comunidad de vida y de amor, abierta a la fecundidad y a la vida. Para la Iglesia comporta el compromiso de hacerse servidora de las familias en sus necesidades y de hacerse defensora de la vida humana, desde su concepción hasta la muerte natural. Todos comprendemos que, en las actuales circunstancias, se trata de compromisos de una especial trascendencia para hacer una sociedad cada día más humana y más respetuosa de los derechos humanos, especialmente del primero de ellos, el derecho a la vida.

Será significativo, a este respecto, que tras el acto de la Sagrada Familia, por la tarde del 7 de noviembre, el Santo Padre visitará la Obra Benéfico-Social del Nen Déu, una obra al servicio de personas afectadas por el síndrome de Down y otras discapacidades, una obra que es la expresión de un verdadero espíritu mercedario. Al visitar esta obra, el Papa quiere rendir homenaje y animar en su labor a  todas las obras que trabajan con este mismo espíritu y con estos mismos propósitos.

Acabo estas palabras poniendo a los pies de la Virgen de la Merced estos dos compromisos de nuestra ciudad y de todos nosotros. Ella, tal como hemos escuchado en el Evangelio, fue muy sensible a las necesidades de aquellos nuevos esposos y transmitió una petición concreta a Jesús: “No tienen vino”. Su petición tuvo el buen resultado que todos sabemos. Hoy, ante las necesidades crecientes de un tiempo de crisis económica, ante los nuevos retos de acogida que nos plantea una ciudad cada día más plural y ante los dos compromisos de las próximas semanas que he comentado, le decimos confiados que nos ayude a cumplir lo que se ha considerado como el estamento de María a todas las generaciones: “Haced lo que Jesús os diga”.

Que la Virgen de la Merced haga que seamos una merced, un don, un motivo de gozo y de esperanza para nuestros conciudadanos, pues sólo así podremos ser cada día más humanos y más cristianos. Y, con toda la confianza, le dirigimos aquella oración de mosén Jacint Verdaguer, que un año más cantaremos al final de esta celebración: “Princesa de Barcelona, proteged vuestra ciudad”. Así sea.

Barcelona, 24 de setembre de 2010

¿Te ha interesado este contenido? Suscríbete a nuestro boletín electrónico. Cada semana, la actualidad de la Iglesia diocesana en tu correo.

Te interesará ...