Homilía del obispo auxiliar de Barcelona, Sebastià Taltavull, con motivo de la muerte de la hermana Isabel Solà, religiosa de la Congregación de Jesús-María

Homilía con motivo de la muerte de la hermana Isabel Solà, religiosa de la Congregación de Jesús-MaríaCapilla del colegio Jesús-María de Barcelona, 6 de septiembre de 2016 “Dice Jesús que “el que quiera salvar su vida, la perderá y quien la pierda por mí, la salvará”. La alternativa que nos pone es muy clara, aunque prácticamente cueste [...]

Homilía con motivo de la muerte de la hermana Isabel Solà, religiosa de la Congregación de Jesús-María
Capilla del colegio Jesús-María de Barcelona, 6 de septiembre de 2016

“Dice Jesús que “el que quiera salvar su vida, la perderá y quien la pierda por mí, la salvará”. La alternativa que nos pone es muy clara, aunque prácticamente cueste entenderla. Salvar o perder, ser generosos o egoístas, pensar en uno mismo o en los demás, arriesgarse a perderlo todo o vivir sólo de aquel seguro que no asegura nada. Isa sabía de los riesgos de la misión que había aceptado en Puerto Príncipe y no pensó en “salvar” su vida pensando sólo en ella, sino en entregarla generosamente por el bien de los más desheredados, por los más pobres. Se cumplen en ella las preferencias de Jesús, las bienaventuranzas y todas las obras de misericordia. Todo el evangelio, evangelio puro, transparente, encarnado en la propia vida y en la de los demás.

Escuchando su testimonio, el de su propia persona de hace unos pocos años, quedan muy claras sus palabras: “Con mi gente –dice– he compartido hambre, dolor y muerte”. Fijaos que esto es mucho más que el valor de una obra de misericordia, ya que éstas quizás nos sitúan enfrente del pobre, pero sin entrar de lleno en su situación desesperada y dramática. Isa lo ha hecho viviendo largas semanas en la calle con ellos. Entonces la palabra “solidaridad” adquiere toda su importancia porque nos habla de un amor sólido, fuerte, que no claudica ni se vuelve atrás cuando aparecen las dificultades.

A la “solidaridad” ella ha añadido algo muy importante y que tiene fuerza de futuro. Es la “educación” y el “desarrollo”. Por eso su pasión por la escuela y lugares de formación que constituyen su principal atractivo y herencia. Creo que podemos ser muy conscientes de este trabajo tan abnegado cuando ella misma valora todo lo que le mandan y lo gestiona. Ella misma dice respecto a las ayudas: se solicita, se recibe, se hace y se evalúa. Así ha construido edificios poniendo toda su confianza en la Providencia de Dios.

Pero por encima de todo, de todo su hacer, proyectos, escuelas, lugares de formación, etc. hay algo fundamental que se puede silenciar. Lo digo con las palabras de Pablo dirigidas a los Corintios t hoy a nosotros: “Todo lo considero pérdida comparado con el conocimiento del Mesías Jesús, mi Señor; por el cual doy todo por perdido y lo considero basura con tal de ganarme al Mesías y estar unido a él” (1ª lectura). Con ello expresa el secreto de su trabajo, el auténtico motor de toda su acción y compromiso en favor de los más pobres. Cuando Isa se pone tanto a su lado, está tocando la carne de Cristo en ellos, por eso su profunda identificación con Cristo le hace estremecerse cuando le descubre vivo, presente, encarnado en ellos. Por eso son tan clarividentes las palabras del apóstol Pablo: “conocerle a él y el poder de su resurrección, y la participación en sus sufrimientos; configurarme con su muerte para ver si alcanzo la resurrección de la muerte” (1ª lectura).

Ante el asesinato de Isa, el hecho que le ha provocado la muerte, uno piensa, intenta pensar en cristiano: “¿Qué le pasa al corazón del hombre que incluso es capaz de matar para conseguir algo en beneficio propio?“. El papa Francisco lo decía el otro día observando que en el mundo está lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas diarias está repletas de informes sobre delitos brutales, tanto en el ámbito doméstico, en medio de la calle y a escala mundial. Y es que vivimos esta pobreza colectiva que nos hace vulnerables de forma alarmante.

 ¿Cómo anunciar el Dios de la Misericordia en situaciones como las que estamos viviendo? De forma anticipada, el testimonio de Isa Solá constituye este anuncio que está impregnado de pasión por la dignidad de la persona humana, por atender a los más abandonados y entre ellos los niños, por entregar su vida de forma tan generosa y siempre con la sonrisa en los labios.

Yo me preguntaba en mi oración: ¿hasta qué punto una muerte como la de Isa me implica hasta decirme a mí mismo: “será capaz de convertirme un poco más?”. Un mártir es un testigo, testigo de Cristo Resucitado, que sabe qué lugar ocupa en su vida y qué lugar ocupan los pobres en su corazón.

Cuando el terremoto de Haití, en cuya ayuda a los damnificados tanto se entregó Isa, pude comprobar como la fuerza de la fe ayuda al pueblo a sostenerse. En medio de la devastación y la muerte que ocasionó, contemplé una Iglesia toda derruida excepto una cruz con Cristo crucificado que se mantenía en pie. Lo único. Una mujer muy pobre a la que entrevistaban en este lugar, decía: “Lo hemos perdido todo y a todos. No tenemos nada ni nadie. Sólo tenemos a Dios y nos ama”. Yo me preguntaba: pero, ¿es esto posible? Sí, la fe lo hace posible. Hace posible que en medio de la violencia y las desgracias, se abra un boquete de esperanza.

Las bienaventuranzas (evangelio) que hemos proclamado nos dan evidencia de ello. ¡Qué propuesta de cambio de situación! Tenemos el mundo al revés, lo dice Jesús. Pero miremos también a Maria en su humilde proclamación: “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. Es interesante esta conjunción de Jesús y María, debe ser por eso que lleváis este nombre, pero más unido “Jesús Maria”. En ello descubrimos el sentido de una vocación al ejercicio de la misericordia y a poner al servicio de todos un carisma que puede transformar la realidad angustiosa de cada dia para reconvertirla en un signo de la presencia de Dios por la generosidad del amor con que se vive.

El resultado de todo esto es una vida cristiana marcada por el Evangelio y el seguimiento de Jesús con la radicalidad que conlleva. El papa Francisco, cuando habla de la identidad cristiana, dice que “La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora” (EG 24).

Parece que trigo y cizaña viven y crecen juntos en nuestra sociedad. Un misterio del que no nos acabamos de deshacer. Aprender a vivir en esa situación de ambigüedad no es fácil y requiere, por un lado, mucha madurez y, por otro, una fuerte dosis de esperanza activa que nos mueva –como hizo con Isa– a darnos con generosidad, a enfrentarnos con situaciones difíciles e incluso humanamente inconcebibles. Saber convivir trigo y cizaña muestra hasta qué punto es nuestra capacidad de acogida y perdón forma parte de nuestro pack de comportamiento. Con la muerte de Isa, tan fiel al Señor en su vida religiosa y, por ello, tan entregada a la causa de los pobres, vivimos el reconocimiento de una mujer mártir que empieza a dar frutos en aquellas personas que valoran el paso del buen samaritano en su vida. Así me gusta contemplar a Isa en su vida consagrada, en su forma de amar, de detenerse ante el enfermo, de ayudar al necesitado, de ofrecer cultura al analfabeto, de ayudar la mujer a recuperar su dignidad… Cuántas prótesis materiales y espirituales no habrá colocado Isa a los afectados por la violencia y la enfermedad!

Después del terremoto, viví tres semanas con ellos en la calle, me ayudaron mucho, me dieron de comer… Nos ayudamos mucho, una gran solidaridad, ésta es la palabra que lo dice todo. No había diferencias, todos éramos lo mismo” (Isa). También ha muerto en la calle, en medio de la gente y sin nadie para poder ayudarle. Mártir del amor, mártir de la solidaridad, mártir de la educación, mártir del desarrollo… Encarnada, como Jesús, en medio de los pobres, así es acogida por Él en su Reino. El grano de trigo que ya da mucho fruto unido a Cristo Resucitado. Así sea.

+ Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona

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