Homilía del Cardenal en la Misa de la Jornada Mundial de las Comunicaciones

Homilía del Sr. Cardenal Arzobispo de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, en la misa con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Basílica de Ntra. Sra. de la Merced. Retransmitida por TVE. 12 de mayo de 2013   Celebramos con gozo la solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo. Después de su [...]

Homilía del Sr. Cardenal Arzobispo de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, en la misa con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Basílica de Ntra. Sra. de la Merced. Retransmitida por TVE. 12 de mayo de 2013

 

Celebramos con gozo la solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo. Después de su muerte y de su resurrección, el Señor convocó a sus discípulos cerca de Betania y mientras los bendecía, se separó de ellos subiendo hacia el cielo. La ascensión de Jesús está íntimamente relacionada con el misterio pascual, es como su dimensión de plenitud. Cristo resucitado ha sido glorificado a la derecha del Padre, desde donde intercede por nosotros.

Entre los hagiógrafos del Nuevo Testamento, San Lucas es el que da mayor relieve a la Ascensión del Señor. Con ella concluye el Evangelio y con ella introduce los Hechos de los Apóstoles, tal como hemos escuchado hoy en las lecturas de la Palabra de Dios. La teología de estos textos la resume el Credo con estas tres afirmaciones redactadas en lenguaje bíblico: “subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre y de nuevo vendrá con Gloria”.

Jesús subió al cielo. El hombre y la mujer tienen sed de altura. Cuando Jesús se dirigía en oración al Padre, levantaba los ojos al cielo. El firmamento nos es un mensaje de infinito, de transparencia de la gloria. Esta solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo, nos tiene que ayudar a unir nuestro compromiso que Dios nos ha confiado para transformar este mundo, con el deseo del cielo, de llegar a la Jerusalén celestial para estar con Jesús resucitado sentado a la derecha del Padre. En la vida del cristiano son necesarias la acción y la contemplación. Hay que pisar la tierra con amor para caminar con esperanza hacia el cielo. Con su Ascensión, Jesús abre y señala un camino a todos los hombres. Todos experimentamos en nosotros el deseo de transcendencia, de superar los límites del tiempo y del espacio, porque hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y Dios es eterno. Él ha puesto en sus criaturas las semillas de la eternidad. Nuestra fe en la resurrección y en nuestra vida eternamente feliz en el cielo nos llena de consuelo, de esperanza y de felicidad. Es la felicidad de la fe cristiana, tal como saludó Isabel a su pariente María: “Feliz tu que has creído, porque se cumplirá lo que el Señor te ha prometido”.

La Ascensión del Señor es preludio del Misterio de Pentecostés. Después de su glorificación, Jesús asistirá a la Iglesia de los Apóstoles comunicándoles incesantemente el Espíritu Santo y los discípulos del Señor serán enviados a todo el mundo para anunciar la Buena Nueva de la salvación de Jesucristo. Es el tiempo de la Iglesia que Jesús ha fundado para que evangelice.

Hoy en la Iglesia celebramos la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, creada a partir de la celebración del Concilio Vaticano II, que tiene este año como lema: “Redes sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización”. Estos medios de comunicación tienen hoy tanta importancia que para muchas personas son el principal instrumento informativo y formativo, y también la orientación y la inspiración para los comportamientos individuales y sociales. Estas nuevas tecnologías nos acercan a los acontecimientos de los cinco continentes, y al mismo tiempo nos hacen amar nuestra realidad local.

Con motivo de esta Jornada, Benedicto XVI publicó, como es tradicional, el Mensaje pertinente el pasado 24 de enero, fiesta de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas. El contenido de este mensaje es muy positivo. Afirma que “los creyentes advierten de manera cada vez más clara que si la Buena Noticia no se da a conocer también en el ambiente digital podría quedar fuera del ámbito de la experiencia de muchas personas, para las que este espacio existencial es importante”.

El Papa nos recuerda que en el ambiente digital la palabra escrita está a menudo acompañando imágenes y sonidos. Las parábolas de Jesús son un buen ejemplo de comunicación eficaz. Una buena comunicación ha de estimular la imaginación y la sensibilidad afectiva de aquellos a los que queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios.

Las redes sociales prestan un buen servicio a las personas enfermas o ancianas que no pueden moverse y así pueden seguir los acontecimientos y los avatares de la vida de la sociedad y de la Iglesia. Es a través de un medio de comunicación que puedo dirigirme a todas las personas muy queridas que están siguiendo la celebración de esta eucaristía.

Los nuevos medios de comunicación puestos al servicio del Evangelio, con sus técnicas más actuales, ofrecen también la posibilidad de evangelizar. Como dice el Papa en su mensaje, posibilita que “los hombres y mujeres de nuestro tiempo estén siempre abiertos a lo que el beato cardenal Newman llamaba ‘la luz amable’ de la fe”. Como decía Pablo VI, la Iglesia encuentra en estos instrumentos de comunicación “una versión moderna y eficaz del púlpito”.

Hoy es urgente la nueva evangelización en nuestras sociedades del occidente europeo, marcadas por el secularismo y relativismo. La persona de Jesús y su mensaje han de llegar a toda la humanidad ya que el Señor murió y resucitó por todos los hombres y todas las mujeres. Estas nuevas redes sociales pueden contribuir a facilitarlo.

Benedicto XVI nos dijo en su mensaje que “es natural que quien tiene fe desee compartirla con las personas que encuentra en el ambiente digital”. Este espíritu evangelizador y misionero es una exigencia del amor al Señor y del amor a los demás, ya que quien evangeliza colabora en la salvación universal que Cristo nos trajo y desea ofrecer a las personas queridas el mejor tesoro que tiene: Jesús y su evangelio. Como afirma el mensaje de esta Jornada, “la capacidad de utilizar los nuevos lenguajes es necesaria no tanto para estar al paso con los tiempos, sino precisamente para permitir que la infinita riqueza del Evangelio encuentre formas de expresión que puedan alcanzar las mentes y los corazones de todos”.

Aquellos mensajeros celestes, allí, cerca de Betania, dijeron a los Apóstoles que Jesús, de nuevo vendrá con gloria. Con la Ascensión empieza el “tiempo de la Iglesia”. Es el tiempo de hacer historia cristiana en este mundo hasta su fin, hasta la Parusía. Es tiempo de trabajar para que la tierra esté al servicio de todos siempre, y también en estos tiempos de crisis económica muy extendida en los cuales la solidaridad y la justicia tienen un papel imprescindible y urgente. El Señor desde la gloria da a su Iglesia el Espíritu Santo que habita en nuestros corazones y nos ayuda a entender que somos hermanos y que hemos de compartir nuestros bienes con los que tienen menos o no tienen. Y hoy contemplamos como Cáritas, parroquias, congregaciones religiosas e instituciones eclesiales intensifican su entrega y generosidad para ayudar a muchísimas personas y familias sin trabajo, sin subsidio de paro, sin vivienda o con problemas de desahucio, sin suficiente alimentación y sin autoestima. Es que el deseo del cielo si es auténtico nos compromete más con la tierra, ya que Jesús dijo: “Todo lo que hacéis a uno de estos hermanos míos, a mí me lo hacéis”.

Nos acoge la Basílica de la Mare de Déu de la Mercè, Patrona de Barcelona. Ella movió a San Pedro Nolasco a fundar la Orden de la Merced para el rescate de los prisioneros, para ayudar a los hermanos entregando la propia vida si fuere preciso. Virgen de la Merced intercede por todos.

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