Homilía de acción de gracias por la canonización de Madre Teresa de Calcuta, 5 de septiembre de 2016
Querido Sr. Cardenal y Obispo Auxiliar,Hermanos sacerdotes y diáconos,Hnas. de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta,Hermanos todos en el Señor, Celebramos ayer con inmenso gozo la canonización de Madre Teresa de Calcuta. Nos alegramos del reconocimiento por parte de la Iglesia de sus virtudes, de su santidad, de su entrega generosa a Dios y [...]

Querido Sr. Cardenal y Obispo Auxiliar,
Hermanos sacerdotes y diáconos,
Hnas. de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta,
Hermanos todos en el Señor,
Celebramos ayer con inmenso gozo la canonización de Madre Teresa de Calcuta. Nos alegramos del reconocimiento por parte de la Iglesia de sus virtudes, de su santidad, de su entrega generosa a Dios y a los más pobres, iconos vivientes del Señor, “la carne de Cristo” en esta tierra, como le gusta repetir al Papa Francisco.
Con gozo felicito de corazón a las Hermanas Misioneras de la Caridad y a todos los que trabajan en vuestras casas, especialmente aquí, en Barcelona. Felicitamos a todos los bienhechores y cooperadores. Que Dios os bendiga y Santa Teresa de Calcuta interceda por todos vosotros y os ayude, nos ayude a todos a avanzar por el camino de la santidad.
Ayer, en la homilía que pronunció el santo Padre decía estas bellas palabras:
“Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada. Se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que “el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre”. Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les ha dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconozcan sus culpas ante los crímenes -ante los crímenes- de la pobreza creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la “sal” que daba sabor a cada obra suya, y la “luz” que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento.
Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres. Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad. Pienso, quizás, que tendremos un poco de dificultad en llamarla Santa Teresa. Su santidad es tan cercana a nosotros, tan tierna y fecunda que espontáneamente continuaremos llamándola “Madre Teresa”.
Que esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión. A la Madre Teresa le gustaba decir: “Tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír”. Llevemos en el corazón su sonrisa y entreguémosla a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza a toda esa humanidad desanimada y necesitada de comprensión y ternura.
¡Qué bellamente resumió, el Santo Padre, la vida de esta gran santa!
Mi pregunta esta tarde es la siguiente: ¿qué podríamos aprender de ella? ¿Qué nos enseña esta santa, apóstol de la caridad?
1.- En primer lugar nos enseña a ser santos. Sí, nuestra vida no vale nada, estará vacía, si no desarrollamos la semilla que el Señor plantó en nuestro corazón el día de nuestro bautismo. Nos dijo: “Tú eres mi hijo amado”. Y añadió: “sed santos porque vuestro Padre del cielo es santo”. ¿Cómo conseguirlo? Escuchemos a Madre Teresa de Calcuta:
- Seré santo quiere decir: me despojaré de todo cuanto no es Dios. Despojaré mi corazón y lo vaciaré de toda cosa creada; viviré en la pobreza y en el desprendimiento.
- Renunciaré a mi voluntad, a mis inclinaciones, a mis sueños y a mis fantasías y me convertiré en un esclavo voluntario de Dios.
- El camino a la santidad comienza dejándonos vaciar y transformar por el mismo Jesús, para que Él llene nuestro corazón y podamos luego dar de nuestra abundancia.
Preciosas perlas para aplicarlas a nuestra vida.
2.- Nos enseña a entregar nuestra vida al servicio de los más pobres. Ellos son la carne de Cristo. Ellos son el mismo rostro del Señor. Lo que hacemos a uno de ellos, se lo hacemos a Cristo. Madre Teresa derrocho todo su amor a Dios en el servicio a los más pobres de la tierra. Decía de forma muy gráfica:
- Jamás he visto cerrárseme puerta alguna. Creo que eso ocurre porque ven que no voy a pedir, sino a dar. Hoy día está de moda hablar de los pobres. Por desgracia, no lo está hablarles a ellos.
Servir a los pobres es ante todo escucharles, atenderles, sonreírles, valorarles. Ayudarles a descubrir que Dios les quiere y ha entregado su vida también por ellos.
3.- Y tercera enseñanza de nuestra Santa: La santidad y el servicio a los pobres no se consigue sin un gran espíritu de oración, sin la unión profunda con Cristo, el Hijo de Dios. Y esa unión se logra a través de la oración y de la participación en la Eucaristía.
- La oración ensancha el corazón, hasta hacerlo capaz de contener el don de Dios. Sin Él, no podemos nada.
- Orar a Cristo es amarlo y amarlo significa cumplir sus palabras. La oración significa para mí la posibilidad de unirme a Cristo las 24 horas del día para vivir con Él, en Él y para Él.
Si oramos, creemos.
Si creemos, amaremos.
Si amamos, serviremos. - Nuestra tarea consiste en animar a cristianos y no cristianos a realizar obras de amor. Y cada obra de amor, hecha de todo corazón, acerca a las personas a Dios.
- El silencio de la lengua nos ayuda a hablarle a Dios. El silencio de los ojos, a ver a Dios. Y el silencio del corazón, como el de la Virgen, a conservar todo en nuestro corazón.
Queridos hermanos, no nos cansaríamos de escuchar las palabras de la Madre Teresa, no nos cansaríamos de contemplar su vida, sus obras, pero tengo que acabar. Dejemos que sus palabras y su testimonio resuenen en nuestros corazones y dejemos que nos impulse a hacer el bien y a llenar de buenas obras cada uno de nuestros días. Amén.
+ Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona