«Gracias, Santo Padre, por la JMJ de Río de Janeiro»

Artículo del cardenal Sistach publicado en el Osservatore Romano el pasado 2 de agosto de 2013 en motivo de la Jornada Mundial de la Juventud Todos esperábamos este primer viaje internacional del Papa Francisco a Río de Janeiro para comprobar lo que ya presentíamos y que el viaje felizmente nos ha confirmado. Francisco tiene carisma entre [...]

Artículo del cardenal Sistach publicado en el Osservatore Romano el pasado 2 de agosto de 2013 en motivo de la Jornada Mundial de la Juventud

Todos esperábamos este primer viaje internacional del Papa Francisco a Río de Janeiro para comprobar lo que ya presentíamos y que el viaje felizmente nos ha confirmado. Francisco tiene carisma entre los jóvenes. Les habla con palabras sencillas, directas. Les habla al corazón y a la mente para que den una respuesta a Cristo desde su corazón. Les habla poco, porque así el mensaje tiene una mayor fuerza. Tres ideas, primero anunciadas, después brevemente desarrolladas y finalmente resumidas y dirigidas a las actitudes. Quizá la más emocionante de las homilías del Papa Francisco en Río haya sido la de la vigilia del sábado por la noche. Una verdadera obra maestra, un capolavoro. 

El viaje ha puesto de relieve la armonía y la continuidad de los tres últimos Papas de cara a la juventud. Benedicto XVI ha estado muy presente en la JMJ, ha recibido el aplauso de los jóvenes y el Papa Francisco ha dicho a los periodistas –en la memorable conferencia de prensa de retorno a Roma- esta bella frase: “Es para mí como tener un abuelo sabio en casa; si lo necesito, le consulto”. Los jóvenes han captado el amor del Papa a ellos, que son el futuro de la Iglesia y del mundo. Los jóvenes se han sentido amados por estos tres Papas y han correspondido con su amor al Papa, sea quien sea. Pero si el carisma de cada Papa les convence, mejor que mejor. La JMJ ha concluido, de hecho, con un homenaje a Juan Pablo II, el creador de las JMJ, al escoger el Papa actual la ciudad de Cracovia – la ciudad episcopal del Papa Wojtyla- como la sede de la próxima JMJ de 2016.

La JMJ de Río ha sido, para el Papa Francisco, una semana llena de intervenciones, de actos. Ha sido una JMJ cumplida, pero ha sido más que una JMJ; ha sido una visita pastoral a “su mundo”, a todo el mundo latinoamericano y del Caribe; piénsese en su encuentro con la comisión de coordinación del CELAM. No se trata de turismo, sino de un intenso programa de actos que tienen en común la plegaria, la reflexión, la hermandad, de encuentro vivencial con Jesucristo. Es una verdadera peregrinación al Pueblo de Dios juvenil, para, en medio de ellos y con ellos, con esfuerzo y sacrificio, vivir y celebrar la fe. Son días de dormir poco, pero son sobre todo días para intensificar un encuentro personal con Cristo. Como uno de los obispos colaboradores de la JMJ –sobre todo en las catequesis previas a los actos centrales- doy gracias a Dios de haber podido vivir esta experiencia y aportar mi modesta colaboración.

Hemos vivido, por obra del carisma de Francisco, una JMJ profundamente evangelizadora. El Papa nos ha enseñado a salir, a ir adónde está la gente,  ir hacia las periferias geográficas y existenciales. Él sabe que una de estas periferias es el mundo de la juventud. Les ha hablado de Jesús como el amigo que nunca defrauda, que siempre nos dice lo que más nos conviene, aunque a veces no guste a nuestra comodidad. El Papa Francisco nos llama a todos –jóvenes y no tan jóvenes- a “reconstruir la Iglesia”, como le pidió el Señor al “pobrecillo de Asís”. Reconstruir la Iglesia actual ha de comenzar por la conversión de cada uno de nosotros. La JMJ, cuyo lema ha sido el mandato de Cristo a los apóstoles de “ir por todo el mundo a predicar el Evangelio”, no ha de ser un hecho aislado en la vida de las diócesis, porque se armoniza con la misión esencial de la Iglesia, que existe para evangelizar, para suscitar en los hombres y mujeres de hoy el encuentro personal con Jesucristo muerto y resucitado, el único Salvador. El Papa Francisco ha enviado a los jóvenes a evangelizar a los jóvenes.

La JMJ de Río ha demostrado que –a pesar de las 27 ediciones anteriores- estamos ante una iniciativa muy viva y que tiene futuro… Los jóvenes que participan en ella son distintos con el paso de los años y el esquema de la celebración les cae bien: su internacionalidad, su contacto con la vida real de las diócesis del país anfitrión, las catequesis de los obispos en diversas lenguas como preparación espiritual a los actos finales presididos por el Papa, la celebración de la fe.

Cada JMJ es una oportunidad para que los jóvenes cristianos se encuentren con otros jóvenes cristianos de países y de culturas muy diversas. Se crea “una gran fraternidad”, para decirlo con la expresión del Papa Francisco. Esto les anima y les ayuda a superar el complejo de ser pocos los jóvenes que siguen a Jesucristo en el mundo de hoy. Los tres millones que llenaban la playa y las avenidas de Copacabana son un indicativo de que los jóvenes que siguen a Jesucristo son muchísimos más en nuestras sociedades; porque, como es obvio, no todos los jóvenes cristianos estaban en Río.

Sin embargo, esta cifra de tres millones no nos ha de dejar ya satisfechos y con la sensación de que con el éxito de la JMJ de Río ya hemos cumplido. Sobre todo en Europa, hemos de cultivar el trabajo con los jóvenes en las diócesis, intensificando la pastoral que se está haciendo en las parroquias, en las escuelas cristianas, en los movimientos juveniles educativos y de tiempo libre, etc.

La JMJ es una llamada a los jóvenes, pero también lo es para los obispos, sacerdotes y diáconos, para los religiosos y religiosas, para los seminaristas, catequistas y educadores laicos… Todos estos han de acompañar a los jóvenes de nuestras diócesis. Todos nos hemos se sentir interpelados por las palabras de Jesús y por las palabras del Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal. El Papa se ha centrado en los jóvenes en las actuaciones de la JMJ, pero también ha dedicado esfuerzos para hablar a los pastores, a los seminaristas, a los religiosos y religiosas y a los diversos estamentos de la sociedad sobre sus responsabilidades para no privar a los jóvenes de su futuro y de su esperanza.

La misma JMJ me parece que hemos de saber interpretarla como una “profecía del futuro” tanto para la ciudad de Río de Janeiro como para el mundo en general. Para esa ciudad como un “ensayo general” para otros grandes acontecimientos deportivos internacionales que deberá acoger en los próximos años. Para la ciudad y para el mundo estos jóvenes llegados a la ciudad brasileña son un testimonio de convivencia pacífica y gozosa, aceptando las dificultades y siguiendo las indicaciones de los organizadores. Los jóvenes de la JMJ dan siempre un gran testimonio de responsabilidad cívica y de convivencia para la ciudad que les acoge. Río, por fortuna, no ha sido excepción en este sentido.

Río de Janeiro ha confirmado la primavera que está viviendo la Iglesia con el Papa Francisco. La JMJ ha sido un viento y un clima eclesial de esperanza que los jóvenes han comunicado al Papa, a la Iglesia y al mundo. Ellos y ellas nos han dado una imagen joven de la Iglesia. Esperemos de ella muchos frutos de vida cristiana al servicio de la Iglesia y del mundo. 

+Lluís Martínez Sistach

Cardenal Arzobispo de Barcelona.

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