Esclavos de la ignorancia
¿Por qué eliminar del arco cultural estos símbolos y expresiones religiosas que han surgido de la sabiduría del pueblo y que ahora son su forma de ser y de manifestarse?

Parece casi imposible, pero está más que comprobado. Hay conversaciones que resultan difíciles o imposibles porque nos faltan conocimientos básicos y argumentos de diálogo, aquello que mínimamente deberíamos saber. La ignorancia dificulta que muchos elementos formen parte del bagaje cultural necesario para vivir en sociedad y relacionarse con normalidad. Ya nos espabilamos suficientemente cuando se trata de aprender lo que nos favorece o nos aporta algún beneficio material, económico o de prestigio.
Por otra parte, es un hecho comprobar cómo se extiende el afán de aprender. Esto significa que necesitamos conocer más para aprender más, para abrirnos a la diversidad cultural, humana y espiritual que tenemos delante y nos configura. Esto pide romper los prejuicios que impiden abrirnos y valorar aquellos aspectos de la cultura sobre los que cargamos ciertas reservas. En muchos lugares, el hecho religioso es uno de ellos. Entonces, somos esclavos de la ignorancia o procedemos de mala fe.
¿Por qué este prejuicio? ¿Por qué negar que la fe religiosa es generadora de cultura, cuando de hecho es la que ha inspirado más la cultura en sus vertientes artísticas, de arquitectura, literatura, escultura, música, cine, teatro y todo lo que conecta con el mundo del audiovisual, de las redes sociales y demás? ¿Por qué eliminar del arco cultural estos símbolos y expresiones religiosas que han surgido de la sabiduría del pueblo y que ahora son su forma de ser y de manifestarse?
O, aún peor. ¿Es posible que se intente ridiculizar el signo o vaciarlo de sentido y se le dé otro contenido y explicación? ¿Esto qué es?, ¿incultura?, ¿deformación?, ¿tendencia a la eliminación? O, ¿quizá existe un desmesurado afán de protagonismo con la malsana intención de dañar al otro que, de buena fe y con coherencia, intenta ser fiel? De hecho, cuando al árbol se le matan las raíces, ya sabemos qué sucede. La sequía provoca que todo entre en crisis y lo que está vivo desaparece. Velemos para que esto no suceda.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona