En la catedral de Barcelona se ha celebrado hoy la Misa exequial en sufragio de Juan Antonio Samaranch

En la catedral de Barcelona se ha celebrado hoy la Misa exequial en sufragio de Juan Antonio Samaranch Con la presencia de los Reyes de España, en la catedral de Barcelona se ha celebrado esta tarde la Misa exequial en sufragio del Excmo. D. Juan Antonio Samaranch. Ha presidido la celebración eucarística el cardenal Lluís [...]

En la catedral de Barcelona se ha celebrado hoy la Misa exequial en sufragio de Juan Antonio Samaranch

Con la presencia de los Reyes de España, en la catedral de Barcelona se ha celebrado esta tarde la Misa exequial en sufragio del Excmo. D. Juan Antonio Samaranch. Ha presidido la celebración eucarística el cardenal Lluís Martínez Sistach, el cual al final del acto ha leído el siguiente telegrama del Santo Padre, firmado por el secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone:

 

«Señor Cardenal Lluís Martínez Sistach

Arzobispo de Barcelona

 

Conocida la triste noticia de la reciente muerte de don Juan Antonio Samaranch Torelló, le ruego que transmita el sentido pésame de Su Santidad Benedicto XVI a su familia, asegurando al mismo tiempo sus oraciones en sufragio de tan destacada personalidad, así como su proximidad a todos aquellos que lloran la sensible pérdida de una figura a la que se le reconoce una gran labor, especialmente en el ámbito del deporte olímpico, camino y expresión de concordia y convivencia entre personas y pueblos, sin distinciones ni fronteras .

Amb aquests sentiments, i invocant la protecció maternal de la Santíssima Verge Maria, els imparteix de cor la benedicció apostòlica.

 

 

Cardenal Tarcisio Bertone

Secretari d´Estat de Sa Santedat»

 

Utilitzant el català i el castellà, el Sr. Cardenal ha pronunciat la següent homilia: 

 

Homilía del Sr. Cardenal Arzobispo de Barcelona,
Dr. Lluís Martínez Sistach, en la Misa exequial
por el Sr. Juan Antonio Samaranch,
S. E. Catedral de Barcelona, 22 de abril de 2010

 

         Nos reúne en este acto la plegaria por nuestro hermano Juan Antonio Samaranch que ha sido llamado a la casa de nuestro Padre Dios. En este tiempo de Pascua, que estamos celebrando los cristianos en todo el mundo, despedimos a un verdadero barcelonés i catalán universal, una personalidad que hizo mucho por la inteligencia entre los pueblos, por la promoción del deporte como presidente del Comité Olímpico Internacional en numerosos países del mundo, incluidos a menudo aquellos países que, por sus pocos recursos, no podían fomentar los diversos deportes. Y de una manera muy especial Juan Antonio trabajó mucho por el bien de la Comunidad Internacional de España, de Cataluña y de su querida ciudad de Barcelona. Majestades y autoridades, representantes de diversísimas instituciones y familiares de nuestro querido difunto, con su presencia aquí en la Catedral lo ponen de relieve. 

En el contexto de este acto religioso, y en el clima de la celebración de la Pascua, hemos de recordar sobre todo la luz que la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo aporta al misterio de la vida y de la muerte. Nuestro hermano era creyente y era cristiano. Recibió el bautismo, que realiza la participación del bautizado en la muerte y la resurrección del Señor. La aspersión del féretro con el agua bendita, a la hora de la última plegaria por su eterno descanso, es una referencia al hecho de su bautismo.

Para él pedimos que se cumpla lo que hemos escuchado en la primera lectura: que haya recibido el premio de la corona incorruptible. Pablo de Tarso, un judío de la diáspora, nacido en medio de la cultura helenística, ve en las carreras del estadio una metáfora de la vida cristiana y de la misma vida humana. “En las carreras del estadio, dice el apóstol, todos corren, mas uno solo recibe el premio. Corred de manera que lo consigáis” Y añade: “Yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo: no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado”.

Esta página de la Biblia parece escrita para la vida de nuestro hermano Juan Antonio, porque utiliza el vocabulario deportivo de la época de Pablo. El deporte fue la gran dedicación de la vida de Juan Antonio, y el esfuerzo que todo deporte comporta fue una constante de su vida, que verdaderamente fue una carrera de obstáculos, un seguido de retos, que él fue afrontando, en una escalada de superación y de creciente influencia. Amó y sirvió al deporte y vivió la vida con espíritu deportivo.

Fruto de sus esfuerzos, mereció para sí y para su país numerosos trofeos. Ahora, confiando en la misericordia divina ha alcanzado la meta última en la carrera de esta vida. Y nuestra plegaria de esta tarde se resume en pedir que el Juez justo de la carrera de su vida no le haya descalificado, sino que le conceda la corona incorruptible, el premio de la vida eterna, el galardón de estar con el Señor resucitado para siempre, que era el premio al que aspiraba San Pablo.

Los textos de la liturgia de los difuntos expresan una gran confianza en Dios, nuestro Padre, y en su Hijo Jesucristo, “el primer resucitado de entre los muertos, el primogénito entre muchos hermanos”. Esta confianza y las promesas de Dios son nuestro consuelo ante la muerte, pero esta fe no nos quita el dolor de la separación.

La fe cristiana nos invita a afrontar la realidad de la vida con realismo y con esfuerzo. Por esto no teme dar la cara a las realidades más duras de la vida. Y la muerte es una de estas realidades. El Concilio Vaticano II enseñó que “ante la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su culmen. Todos los esfuerzos de la técnica, aunque muy útiles, no pueden calmar esta ansiedad del hombre”. Y añade el Concilio, con todo realismo, que “mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la iglesia, sin embargo, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz más allá de los límites de la miseria terrestre”.

Hermanos y hermanas, ésta es la perenne luz de la fe, que os propongo en nombre de la Iglesia que expresa así el Concilio Vaticano II: “Cristo resucitado a la vida ha conseguido esta victoria, liberando, con su muerte, al hombre de la muerte” (GS 18). Es lo que simboliza la luz del cirio pascual que brilla junto al féretro de nuestro hermano y que es la luz que ha de brillar en nuestras vidas y en todos sus ámbitos.

El cristiano camina en la vida entre tinieblas y en las múltiples encrucijadas que nos plantea la realidad. Pero le acompaña esta luz tenue y benigna de la fe, que es la luz de la Palabra de Dios y de los sacramentos, en especial el sacramento que es la fuente y el culmen de todos ellos, la Eucaristía. “El que come mi carne y bebe mi sangre –nos ha dicho Jesús en la lectura del Evangelio- habita en mí y yo en él. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come de este pan vivirá para siempre”.

Esta es nuestra esperanza. El cristiano, así fortalecido espiritualmente, está llamado a impregnar de espíritu cristiano las estructuras de la ciudad temporal, está llamado a hacer presentes los valores del Evangelio, los valores del humanismo cristiano, en todas las complejas realidades del mundo secular.

Nuestro hermano trabajó en el campo del periodismo, de la política, de la diplomacia, pero especialmente en el mundo de las manifestaciones deportivas, de las que el Concilio Vaticano II dijo que “ayudan a conservar el equilibrio espiritual, incluso en la colectividad, y a establecer relaciones fraternas entre los hombres de toda condición, nación o de diferente raza. Por consiguiente, los cristianos deben cooperar para imbuir de espíritu humano y cristiano las manifestaciones y actividades culturales colectivas propias de nuestro tiempo” (GS 61).Y Benedicto XVI, en su mensaje para los Juegos Olímpicos de invierno de Turín, deseaba que «las manifestaciones olímpicas cuales serán para todos un signo elocuente de amistad y contribuyan a fortalezas las relaciones de entendimiento solidario entre los pueblos» (OR 01.22.2006). Mucho trabajo Juan Antonio, en todos los órdenes, en pro del espíritu olímpico, y de una manera especial merece destacarse en la promoción del deporte y de la presencia en el olimpismo de los Países menos desarrollados economicamente del mundo.

Y, llegados a este punto, deseo hacer una referencia concreta a lo que podríamos llamar como las raíces de la persona y de la vida de Juan Antonio. Él recibió de sus padres un ejemplo de solidaridad, de trabajo para el bien del prójimo. Su padre, que era muy querido por los obreros de la fábrica, fue un protector del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, tan vinculado a esta Catedral. Su madre, de profesión enfermera, de condición acomodada, expresó su amor a los hermanos siendo una de las creadoras de la que, en aquellos años, fue la nueva Maternidad de Barcelona.

Él heredó ese espíritu solidario y filantrópico de sus padres y el plasma y multiplicó en el mundo del deporte. Juan Antonio intuyó como nadie la función del deporte en la sociedad moderna y lo promovió, tanto a nivel básico y local, primero desde el Ayuntamiento de Barcelona y la Diputación, como más tarde desde el Comité Olímpico Internacional (COI) .

La ciudad de Barcelona, todo el resto de España y muchos países del mundo, por razones de todos conocidas tiene un especial deuda de gratitud hacia Juan Antonio Samaranch. Por eso la comunidad católica aquí presente, expresa este agradecimiento con lo más valioso que podemos ofrecer por su eterno descanso: la eucaristía, el memorial de la muerte y la resurrección de Jesucristo.

Y encomendamos su alma a la maternal intercesión de la Virgen de Montserrat, que celebraremos la semana próxima. Nuestra oración a la moreneta-de quien nuestro sacerdote y poeta Jacint Verdaguer dijo que «los catalanes siempre seréis Princesa, de los españoles estrella de Oriente» -, se resume en esta súplica del popular «Virolai»: “Rosa d’abril, Morena de la serra / de Montserrat estel / il·lumineu la catalana terra / guieu-nos cap al cel, guieu-nos cap al cel”. Així sigui.

(Y , llegados a este punto, deseo hacer una referencia concreta a lo que podríamos llamar las raíces de la persona y la vida de Juan Antonio. De sus padres recibió un ejemplo de solidaridad, de trabajar por el bien del prójimo. Su padre, un gran trabajador que muy estimado por sus compañeros obreros de la fábrica, fue un protector del Hospital de la Santa Cruz y San pablo, tan vinculado a esta catedral. Su madre, de profesión enfermera, de condición acomodada, expresó su filantropía siendo una de las creadoras de la que por aquellos años fue nueva Maternidad de Barcelona.

Y él heredó este talante solidario y filantrópico de sus padres, y lo plasmó y multiplicó en el mundo del deporte. Juan Antonio intuyó como nadie la función del deporte en la sociedad moderna y lo promovió tanto al nivel básico y local, como desde sus responsabilidades, primero desde el Ayuntamiento barcelonés y la Diputación provincial, y más tarde en las esferas internacionales del Comité Olímpico Internacional (COI).

 La ciudad de Barcelona, todo el resto de España y muchos países del mundo, por razones de todos conocidas, tiene una deuda especial de gratitud con Juan Antonio Samaranch. Por esto, la comunidad católica presente aquí, expresa esta gratitud con lo más valioso que podemos ofrecer por su eterno descanso: el memorial de la muerte y la resurrección de Jesucristo.

Y encomendamos su alma a la maternal intercesión de la Virgen de Montserrat, que celebraremos dentro de unos días, y a la que Juan Antonio visitó en su santa montaña muchas veces a lo largo de su vida. Nuestra plegaria a aquella de la que nuestro poeta y sacerdote Jacint Verdaguer dijo que “dels catalans sempre sereu Princesa, dels espanyols estrella d’Orient”, se resume en esta súplica del popular “Virolai”: “Rosa d’abril, Morena dela serra/ de Montserrat estel,/ il·lumineu la catalana terra, guieu-nos cap al cel, guieu-noscap al cel”. Así sea.)

 

 

 

VERSIÓN EN CASTELLANO  

 

En la catedral de Barcelona se ha celebrado hoy la Misa exequial
en sufragio de Juan Antonio Samarach

 

Con la presencia de los Reyes de España, en la catedral de Barcelona se ha celebrado esta tarde la misa exequial en sufragio del Excmo. Sr. Juan Antonio Samaranch. Ha presidido la misa el cardenal Lluís Martínez Sistach, el cual al final del acto ha leído el siguiente telegrama del Santo Padre, firmado por el Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone:

 

“Señor Cardenal LluísMartínez Sistach

Arzobispo de Barcelona

  

Conocida la triste noticia del reciente fallecimiento del señor Juan Antonio Samaranch Torelló, le ruego que transmita el sentido pésame de Su Santidad Benedicto XVI a su familia, asegurando al mismo tiempo sus plegarias en sufragio de tan destacada personalidad, así como su cercanía a cuantos lloran la sensible pérdida de una figura a la que se le reconoce una gran labor, especialmente en el ámbito del deporte olímpico, cauce y expresión de concordia y convivencia entre personas y pueblos, sin distinciones ni fronteras.

Con estos sentimientos, e invocando la protección maternal de la Santísima Virgen María, les imparte de corazón la bendición apostólica.

 

 

Cardenal Tarcisio Bertone

Secretario de Estado de Su Santidad»

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