El Tibidabo celebra el bicentenario de San Juan Bosco
El Cardenal Sistach presidió una eucaristía con motivo de la conmemoración de los doscientos años del nacimiento del fundador de los salesianos

Corría 1886 cuando Don Juan Bosco visitó el templo del Sagrado Corazón de Jesús del Tibidabo. En recuerdo y memoria de esta visita, la presencia de San Juan Bosco estuvo de nuevo en la basílica en la celebración del bicentenario del nacimiento del fundador de los salesianos, que estuvo presidida por el Cardenal Sistach y retransmitida por Televisión Española en directo. Aunque la festividad litúrgica se celebró el sábado 31 de enero, la eucaristía tuvo lugar este domingo en una iglesia llena de gente donde destacó la imagen de San Juan Bosco del presbiterio.
Homilía del Cardenal
Después de la procesión de entrada, el P. Nicolás Echave, rector de la basílica, dedicó unas palabras a todos los participantes de la misa «desde este templo tan querido por San Juan Bosco». El salesiano dio gracias a Dios por la celebración e instó a «poner la mirada en los orígenes de esta gran familia para reconocer el espíritu que suscitó el Señor en la Iglesia a través de nuestro santo fundador».
Por su parte, el Cardenal Sistach explicó en su homilía la relación del santo con Barcelona y, en especial, con la Basílica del Sagrado Corazón. Además, hizo especial énfasis en hacernos portadores de sus enseñanzas: «Aprendamos de él y de sus seguidores el mensaje de alegría y de esperanza, crear en el mundo educativo un ‘espíritu de familia’ y a fomentar la proximidad entre maestros y alumnos».
Demonios personales
Tibidabo significa «Te daré», como las palabras que el demonio dijo a Jesús en las tentaciones. Precisamente de eso trató el Evangelio del domingo, y el Cardenal Sistach se refirió en su homilía: «La Palabra de Dios pone en evidencia nuestros ‘demonios’ personales, nuestros egoísmos, mediocridades… (…) Pero la fe nos dice que el mal no debe tener la última palabra, ni en la historia del mundo, ni en nuestra historia personal. La Palabra de Dios siempre es liberadora, portadora de esperanza, y nos estimula a abrirse a Cristo, a confiarle nuestras vidas».