El «sepulcro» de Cristo

Según el Dr. Martí Bonet, el altar simboliza el signo más claro de la resurrección del Señor y la toalla que la envuelve representa la Sábana Santa

La palabra ‘altar’ proviene del latín altare o elevación y, desde tiempos ancestrales, hacía referencia a un montículo, piedra o construcción elevada donde se celebraban ritos religiosos como sacrificios u ofrendas. La primera vez que aparece el término ‘altar’ en la Biblia es en el Génesis (Gn 8:20): «Luego Noé construyó un altar en honor del Señor, tomó aves y animales puros de cada clase, y los ofreció en holocausto al Señor«. A partir de aquí, las referencias en el Antiguo Testamento al altar como estructura para sacrificios queda consolidada en numerosos pasajes. Y es que, para el cristianismo, esta tradición es una previa del sacrificio que Dios hará con su propio Hijo.

Es por ello que, con la resurrección de Jesucristo, el altar adquiere un nuevo simbolismo: es el sacrificio de Jesús en la cruz pero a la vez la mesa del Señor en la Última Cena en la que se instituye la eucaristía. Y es, por tanto, el lugar donde se produce -durante la misa- el misterio pascual: la actualización de la muerte y la resurrección de Jesús.

Lino blanco para el altar

Durante la consagración, los sacerdotes dicen «este es mi cuerpo (…) esta es mi sangre». En ese preciso momento, se renueva el misterio pascual de Cristo realizado una vez por todas y actualizado por el ministerio de los sacerdotes.

El altar debe estar cubierto con un manto blanco que representa la mortaja del Señor en su sepultura. El Libro Pontifical afirma que «se estableció que el sacrificio del altar fuera celebrado, no sobre sedas o tejidos de color, sino sobre tela de lino, que se cosecha de la tierra, de la misma manera que el cuerpo del Señor fue sepultado con un blanco lienzo de lino».

¿Te ha interesado este contenido? Suscríbete a nuestro boletín electrónico. Cada semana, la actualidad de la Iglesia diocesana en tu correo.

Te interesará ...