El Papa recuerda la Sagrada Familia i desea «Bon Diumenge»
El Santo Padre Benedicto XVI, después del Angelus de ayer domingo desde el Vaticano, quiso recordar emotivament su presencia en Barcelona para Dedicar la Basílica de la Sagrada Familia, que cualificó de «admirable suma de técnica, bellez y fe, concebida por el Siervo de Dios, Antonio Gaudí, genial arquitecto». Y finalizó su alocución deseando a [...]

El Santo Padre Benedicto XVI, después del Angelus de ayer domingo desde el Vaticano, quiso recordar emotivament su presencia en Barcelona para Dedicar la Basílica de la Sagrada Familia, que cualificó de «admirable suma de técnica, bellez y fe, concebida por el Siervo de Dios, Antonio Gaudí, genial arquitecto». Y finalizó su alocución deseando a los presenrtes en catalán un “Bon Diumenge”.
Nota: Pueden ver y oir las palabras del Santo Padre en el video, aproximadamente, a partir del minuto 12
Palabras del Santo Padre, Benedicto XVI, en el Ángelus
del Domingo 6 de noviembre de 2011
Ciudad del Vaticano, 06/11/2011, 12 horas
Queridos hermanos y hermanas:
Las lecturas bíblicas de la liturgia dominical de hoy nos invitan a prolongar la reflexión sobre la vida eterna, iniciada con ocasión de la Conmemoración de todos los fieles difuntos. Sobre este punto está clara la diferencia entre los que creen y los que no o, como también podríamos decir, entre los que esperan y los que no. De hecho, según escribe san Pablo a los tesalonicenses,«No queremos dejaros en la ignorancia sobre los que han muerto, para que no estéis tristes como los que no tienen esperanza » (1 Ts 4,13). La fe en la muerte y la resurrección de Jesucristo marca, incluso en este campo, un punto de inflexión definitivo. San pablo recuerda siempre a los cristianos de Éfeso que, antes de acoger la Buena Noticia, vivían «sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Ef 2,12). De hecho, la religión de los griegos, los cultos y los mitos paganos no fueron capaces de arrojar luz sobre el misterio de la muerte, hasta el punto de que una antigua inscripción decía «In nihil ab nihilo quam cito recidimus», que significa «En la nada, de la nada, qué pronto recaemos». Si quitamos a Dios, si quitamos a Cristo, el mundo cae en el vacío. Esto también se refleja en las expresiones del nihilismo contemporáneo, que –lamentablemente– tan a menudo contagia a tantos jóvenes.
El Evangelio de hoy es una conocida parábola que habla de diez jóvenes invitadas a una fiesta de bodas, símbolo del Reino de los Cielos, de la vida eterna (Mt 25,1-13). Es una imagen feliz con la que Jesús nos enseña una verdad que pone en tela de juicio; de hecho, de aquellas diez jóvenes, cinco estaban en la fiesta porque, al llegar el esposo, tenían aceite para encender sus lámparas, mientras que las otras se habían quedado fuera porque, olvidadizas, no habían llevado aceite. ¿Qué representa este «aceite», indispensable para ser admitidas en el banquete nupcial? San Agustín (cfr Discursos93, 4) y otros antiguos autores interpretan en ello un símbolo del amor, que no se puede comprar sino que se recibe como don, es conserva en el corazón y se expresa a través de las obras. La verdadera sabiduría consiste en aprovechar la vida mortal para hacer obras de misericordia, porque tras la muerte ya no será posible. Cuando seamos despertados para el juicio final, este se basará en el amor practicado durante la vida terrena (cfr Mt 25,31-46). Y este amor es un don de Cristo, derramado en nosotros mediante el Espíritu Santo. Quien cree en Dios-Amor lleva en su interior una esperanza invencible, como si fuera una lámpara con la que atravesar la noche posterior a la muerte y llegar a la gran fiesta de la vida.
A María, Sedes Sapientiae, le pedimos que nos enseñe la verdadera sabiduría, la que se encarnó en Jesús. Él es el camino que nos conduce de esta vida a Dios. Él nos ha dado a conocer el rostro del Padre y, de esta forma, nos dio una esperanza llena de amor. Por eso, la Iglesia se dirige a la Madre del Señor con las palabras “Vita, dulcedo, et spes nostra”. Aprendamos de ella a vivir y a morir en la esperanza que no decepciona.
Después del Angelus
Saludo a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en particular a los fieles de la parroquia de San Agustín, de Guadalix, España, de la Arquidiócesis de Maracaibo y la Diócesis de Cabimas, Venezuela, acompañados por sus Obispos. La liturgia de este día nos hace una invitación a vivir la sabiduría de la vigilancia, para entrar en el banquete eterno. El encuentro con Dios, no se improvisa, es algo que debe recorrer la vida entera. A Dios “le encuentran los que le buscan”. Recuerdo, que mañana hace un año, en Barcelona, tuve la alegría de dedicar la Basílica de la Sagrada Familia, admirable suma de técnica, belleza y fe, que concibió el Siervo de Dios Antonio Gaudí, genial arquitecto. Bon diumenge. Feliz domingo a todos.