El Papa en Asís: Religiones portadoras de justicia y paz

CIUDAD DEL VATICANO, 28 OCT 2011 (VIS).-Ayer, poco antes de las cuatro, el Santo Padre y los jefes de las delegaciones invitadas dejaron el convento de Santa María de los Ángeles en Asís y se dirigieron a pie hasta la explanada de la basílica de San Francisco. Una vez llegados se trasladaron en autobús hasta [...]

CIUDAD DEL VATICANO, 28 OCT 2011 (VIS).-Ayer, poco antes de las cuatro, el Santo Padre y los jefes de las delegaciones invitadas dejaron el convento de Santa María de los Ángeles en Asís y se dirigieron a pie hasta la explanada de la basílica de San Francisco. Una vez llegados se trasladaron en autobús hasta la plaza dedicada al «Poverello» de Asís donde tuvo lugar el encuentro de clausura de la Jornada Mundial de Peregrinación por la Paz.

Tomó la palabra en primer lugar el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso que afirmó que la esperanza de la paz se había reavivado en Asís y exhortó a todos a ser testigos y mensajeros de una paz «que hoy también es posible».  Después los participantes renovaron solemnemente su compromiso por la paz y, tras las palabras del Patriarca ecuménico Bartolomé I, arzobispo de Constantinopla, intervinieron los representantes de la Federación Luterana Mundial, de la religión Sikh, del Patriarcado de Moscú, de la Alianza Baptista Mundial, del Islamismo, del Patriarcado Siro-Ortodoxo de Antioquia, del Taoísmo, Budismo, Sintoísmo, del Comité Judío  Internacional para las Consultas Interreligiosas, de la Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas y de los no creyentes.

A continuación  Benedicto XVI  pronunció las palabras: «Nunca más violencia; nunca más guerra; nunca más terrorismo. En nombre de Dios, cada religión lleve a la tierra justicia y paz, perdón y vida, amor».

Tras unos momentos de silencio, un grupo de jóvenes entregó a los jefes de las delegaciones  y a los presentes en la plaza una lámpara encendida cuya llama oscilaba con el viento como símbolo de la paz que se debe proteger y conservar. Después,  el  cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, invitó a todos los participantes en el encuentro  a «sellar con un signo de paz el compromiso proclamado con tantas voces».

Al final del intercambio de la paz, el Papa concluyó  dando las gracias a cuantos habían hecho posible esta jornada , mencionando en particular a los «numerosos jóvenes que han peregrinado a pie desde Santa María de los Ángeles para dar testimonio de que en las nuevas generaciones hay tantas personas comprometidas en superar violencias y divisiones y ser promotores de justicia y paz».

«El acontecimiento de hoy muestra que la dimensión espiritual es fundamental en la construcción de la paz- observó el pontífice- A través de esta peregrinación única hemos podido entablar un diálogo fraternal, profundizar nuestra amistad y reunirnos en silencio y oración. Después de renovar nuestro compromiso por la paz e intercambiar unos con otros un signo de paz, nos sentimos todavía más involucrados, junto con los hombres y mujeres de las comunidades que representamos,  en el peregrinar humano que compartimos. No estamos separados, seguiremos encontrándonos, seguiremos unidos en este camino, en el diálogo, en la construcción diaria de la paz y en nuestro esfuerzo por un mundo mejor, un mundo en que cada hombre, cada mujer y cada pueblo, pueda vivir de acuerdo con sus aspiraciones legítimas. Agradezco a todos los presentes que hayan aceptado mi invitación a venir a Asís como peregrinos de la verdad y de la paz y os saludo con las palabras de San Francisco: «El Señor te de la paz».

Durante el canto final el Papa y los delegados bajaron del palco y entraron en la basílica inferior de San Francisco para visitar la tumba del santo, donde permanecieron unos minutos en silencio. Terminado ese acto, el pontífice saludó a la comunidad franciscana y , junto con los jefes de las delegaciones, se desplazó en minibus a la estación ferroviaria de Santa María de los Ángeles para emprender el regreso al Vaticano.

ASIS, SIGNO DE AMISTAD Y FRATERNIDAD ENTRE LAS RELIGIONES

CIUDAD DEL VATICANO, 28 OCT 2011 (VIS).-El Santo Padre ha recibido esta mañana a los trescientos representantes de las diversas religiones y de los no creyentes que participaron ayer en la jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo celebrada en la ciudad italiana de Asís bajo el lema «Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz».

En su discurso, el Papa agradeció a los presentes su participación en el encuentro, y añadió: «En cierto sentido, esta reunión es representativa de los millones de hombres y mujeres de todo el mundo que están activamente comprometidos en la promoción de la justicia y la paz. Es también un signo de la amistad y la fraternidad que han surgido como fruto de los esfuerzos de tantos pioneros de este tipo de diálogo. Que esta amistad crezca entre todos los seguidores de las religiones del mundo y con los hombres y mujeres de buena voluntad en todas partes».

«Mirando atrás -continuó Benedicto XVI- podemos apreciar la previdencia de mi predecesor el Papa Juan Pablo II al convocar el primer encuentro de Asís. (…) Reuniones de este tipo son necesariamente excepcionales e infrecuentes, y sin embargo son una clara expresión del hecho de que cada día, en todo el mundo, personas de diferentes tradiciones religiosas viven y trabajan juntas en armonía. Es ciertamente significativo para la causa de la paz que tantos hombres y mujeres, inspirados por sus más profundas convicciones, estén comprometidos en trabajar por el bien de la familia humana».

«En este sentido, estoy seguro de que el encuentro de ayer nos ha mostrado cuán genuino es nuestro deseo de contribuir al bien de todos los seres humanos, y lo mucho que tenemos para compartir los unos con los otros».

«Mientras recorremos nuestros respectivos caminos -dijo el Pontífice para terminar-, saquemos fuerzas de esta experiencia y, dondequiera que estemos, continuemos renovados el viaje que conduce a la verdad, la peregrinación que lleva a la paz. ¡Gracias a todos de corazón!».

EL PAPA EN ASIS: LA RELIGIÓN NO PUEDE JUSTIFICAR LA VIOLENCIA

CIUDAD DEL VATICANO, 27 OCT 2011 (VIS).-Hoy se cumple el XXV aniversario del histórico encuentro ecuménico de oración por la paz convocado en Asís (Italia) por el beato Juan Pablo II. Con esta ocasión, el Papa Benedicto XVI ha peregrinado hasta la ciudad de San Francisco, invitando a los representantes de otras religiones y de los no creyentes a participar en una jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, bajo el lema «Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz».

El Pontífice y las diversas delegaciones partieron a las 8.00 en un tren Frecciargento desde la estación vaticana, y llegaron a Asís a las 9.45. Ante la basílica de Santa María de los Angeles, fueron recibidos por las autoridades religiosas y civiles, además de numerosos fieles que pudieron seguir la celebración en pantallas gigantes colocadas en el exterior de la basílica.

Tras el saludo del Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, presidente del Pontificio Consejo «Justicia y Paz», se proyectó un vídeo conmemorativo del encuentro de 1986. A continuación, intervinieron los representantes de otras religiones: Su Santidad Bartolomé I, Arzobispo de Constantinopla y Patriarca Ecuménico; el Arzobispo de Canterbury y Primado de la Comunión Anglicana, Rowan Douglas Williams; el Arzobispo Primado de la diócesis de Francia de la Iglesia Apostólica Armena, Norvan Zakarian; el secretario general del Consejo Ecuménico de las Iglesias, Olav Fykse Tveit; el representante del Gran Rabinado de Israel, Rabbi David Rosen; el portavoz de la religión Yoruba, Wande Abimbola; el representante de la religión hindú, Acharya Shri Shrivatsa Goswami; el presidente del «Jogye Order» del budismo coreano, Ja-Seung; y el Secretario general de la Conferencia Internacional de las Escuelas Islámicas, Kyai Haji Hasyim Muzadi. Por último, en representación de los no creyentes intervino la lingüista Julia Kristeva.

A continuación, el Santo Padre pronunció un discurso del que ofrecemos algunos extractos:

«Han pasado veinticinco años desde que el beato Papa Juan Pablo II invitó por vez primera a los representantes de las religiones del mundo a Asís para una oración por la paz. ¿A qué punto está hoy la causa de la paz?»

«En aquel entonces, la gran amenaza para la paz en el mundo provenía de la división del planeta en dos bloques contrastantes entre sí. El símbolo llamativo de esta división era el muro de Berlín (…) En 1989, tres años después de Asís, el muro cayó sin derramamiento de sangre. (…) Junto a los factores económicos y políticos, la causa más profunda de dicho acontecimiento es de carácter espiritual: detrás del poder material ya no había ninguna convicción espiritual. (…) Apreciamos esta victoria de la libertad, que fue sobre todo también una victoria de la paz. Y es preciso añadir en este contexto que, aunque no se tratara sólo, y quizás ni siquiera en primer lugar, de la libertad de creer, también se trataba de ella. Por eso podemos relacionar también todo esto en cierto modo con la oración por la paz».

«Pero, ¿qué ha sucedido después? Desgraciadamente, no podemos decir que desde entonces la situación se haya caracterizado por la libertad y la paz. (…) La violencia en cuanto tal siempre está potencialmente presente, y caracteriza la condición de nuestro mundo. La libertad es un gran bien. Pero el mundo de la libertad se ha mostrado en buena parte carente de orientación, y muchos tergiversan la libertad entendiéndola como libertad también para la violencia. La discordia asume formas nuevas y espantosas, y la lucha por la paz nos debe estimular a todos nosotros de modo nuevo». (…)

«A grandes líneas -según mi parecer- se pueden identificar dos tipologías diferentes de nuevas formas de violencia, diametralmente opuestas por su motivación, y que manifiestan luego muchas variantes en sus particularidades. Tenemos ante todo el terrorismo, en el cual, en lugar de una gran guerra, se emplean ataques muy precisos, que deben golpear destructivamente en puntos importantes al adversario, sin ningún respeto por las vidas humanas inocentes que de este modo resultan cruelmente heridas o muertas. A los ojos de los responsables, la gran causa de perjudicar al enemigo justifica toda forma de crueldad. Se deja de lado todo lo que en el derecho internacional ha sido comúnmente reconocido y sancionado como límite a la violencia. Sabemos que el terrorismo es a menudo motivado religiosamente y que, precisamente el carácter religioso de los ataques sirve como justificación para una crueldad despiadada. (…) Aquí, la religión no está al servicio de la paz, sino de la justificación de la violencia». (…)

«En este punto, que la religión motive de hecho la violencia es algo que, como personas religiosas, nos debe preocupar profundamente. De una forma más sutil, pero siempre cruel, vemos la religión como causa de violencia también allí donde se practica la violencia por parte de defensores de una religión contra los otros. Los representantes de las religiones reunidos en Asís en 1986 quisieron decir -y nosotros lo repetimos con vigor y gran firmeza- que ésta no es la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción».

«A este punto, quisiera decir como cristiano: Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza. El Dios en que nosotros los cristianos creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, por el cual todos son entre sí hermanos y hermanas y forman una única familia. La Cruz de Cristo es para nosotros el signo del Dios que, en el lugar de la violencia, pone el sufrir con el otro y el amar con el otro. (…). Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro interior, para que -no obstante la debilidad del hombre- sea realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo».

«Si bien una tipología fundamental de la violencia se funda hoy religiosamente, poniendo con ello a las religiones frente a la cuestión sobre su naturaleza, y obligándonos todos a una purificación, una segunda tipología de violencia de aspecto multiforme tiene una motivación exactamente opuesta: es la consecuencia de la ausencia de Dios, de su negación, que va a la par con la pérdida de humanidad. Los enemigos de la religión -como hemos dicho- ven en ella una fuente primaria de violencia en la historia de la humanidad, y pretenden por tanto la desaparición de la religión. Pero el ‘no’ a Dios ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí, sino que tomaba como norma solamente a sí mismo. Los horrores de los campos de concentración muestran con toda claridad las consecuencias de la ausencia de Dios».

«Pero (…) quisiera hablar más bien de la ‘decadencia’ del hombre, como consecuencia de la cual se produce de manera silenciosa, y por tanto más peligrosa, un cambio del clima espiritual. La adoración de Mamón, del tener y del poder, se revela una anti-religión, en la cual ya no cuenta el hombre, sino únicamente el beneficio personal. El deseo de felicidad degenera, por ejemplo, en un afán desenfrenado e inhumano, como se manifiesta en el sometimiento a la droga en sus diversas formas. (…) La violencia se convierte en algo normal y amenaza con destruir nuestra juventud en algunas partes del mundo. Puesto que la violencia llega a hacerse normal, se destruye la paz y, en esta falta de paz, el hombre se destruye a sí mismo». (…)

«Junto a estas dos formas de religión y anti-religión, existe también en el mundo en expansión del agnosticismo otra orientación de fondo: personas a las que no les ha sido dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la búsqueda de Dios. Personas como éstas no afirman simplemente: ‘No existe ningún Dios’. Sufren a causa de su ausencia y, buscando lo auténtico y lo bueno, están interiormente en camino hacia Él. Son ‘peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz’. Plantean preguntas tanto a una como a la otra parte. Despojan a los ateos combativos de su falsa certeza (…) Pero también llaman en causa a los seguidores de las religiones, para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece a ellos hasta el punto de sentirse autorizados a la violencia respecto a los demás».

«Estas personas buscan la verdad, buscan al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios, depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios. Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a los creyentes a purificar su propia fe, para que Dios -el verdadero Dios- se haga accesible. Por eso he invitado a representantes de este tercer grupo a nuestro encuentro en Asís, que no sólo reúne representantes de instituciones religiosas. Se trata más bien del estar juntos en camino hacia la verdad, del compromiso decidido por la dignidad del hombre y de hacerse cargo en común de la causa de la paz, contra toda especie de violencia destructora del derecho. Para concluir, quisiera aseguraros que la Iglesia católica no cejará en la lucha contra la violencia, en su compromiso por la paz en el mundo. Estamos animados por el deseo común de ser ‘peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz’.

Terminado el encuentro en la basílica, Benedicto XVI y las delegaciones invitadas entraron en el convento de la Porziuncola. Más tarde, tras un almuerzo frugal y antes de desplazarse hasta la plaza de San Francisco, hubo un tiempo de silencio para la reflexión y la oración personal.

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