«El nombre de Dios es misericordia»

El Francisco inició este miércoles las catequesis sobre la misericordia en la audiencia general en el Aula Pablo VI, comenzando por el sentido bíblico del Antiguo Testamento

Francisco, en sus primeras palabras, quiso remarcar que Dios es misericordia: «En las Sagradas Escrituras, el Señor, es presentado como» Dios misericordioso «. Este es su nombre, por Él nos revela, podemos decir, su rostro y su corazón. Él mismo, como dice el Libro del Éxodo, revelándose a Moisés se define como: «El Señor! Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y fiel en el amor! «(Ex 34,6).

El Papa quiso desgranar que el amor de Dios tiene una calidad específica y propia: no es un amor cualquiera, es una amor visceral, desde las entrañas, al igual que las madres aman a los su hijos que han llevado en el vientre, a las sus entrañas. Para el Papa la palabra misericordia «evoca una actitud de ternura como la de una madre con su hijo. De hecho, el término hebreo empleado en la Biblia hace pensar en las vísceras o también en el vientre materno. Por ello, la imagen que sugiere es aquella de un Dios que se conmueve y vive en ternura por nosotros como una madre que toma su hijo en brazos, deseosa de amarlo, protegerlo, ayudarle, a punto para darlo todo, incluso a sí misma. Esta es la imagen que sugiere este término. Un amor, por tanto, que se puede definir en el buen sentido de la palabra «visceral».

Comentando la parábola del hijo pródigo del Evangelio de Lucas (lc 15,11-32) Francisco nos hace descubrir la gran bondad del amor de Dios hacia nosotros: «Está escrito que el Señor es bondadoso, en el sentido que da gracia, tiene compasión y, en su grandeza, se inclina sobre quién es débil y pobre, siempre dispuesto a acoger, comprender y perdonar.Es como el padre de la parábola del Evangelio de Lucas: un padre que no se cierra en el resentimiento por el abandono de su hijo menor, sino todo lo contrario, continúa esperando y corre, finalmente, a su encuentro y la abraza, no lo deja, ni siquiera, terminar su confesión, como si le tapara la boca.

Qué grande es el amor y la alegría de reencontrarse el; ya continuación llama al hijo mayor, que está indignado y no quiere hacer fiesta, el hijo que siempre ha permanecido en casa, pero viviendo como si fuera un sirviente y no un hijo, y el padre también se inclina sobre él, le invita a entrar, intenta abrir su corazón al amor, para que nadie quede excluido de la fiesta de la misericordia. La misericordia es una fiesta. «Por Francisco la fidelidad de Dios nunca falla, como el padre de la parábola, espera siempre el retorno de sus hijos para abrazarlos amorosa y misericordiosamente.

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