El día anterior a su Pasión
Entrar en la Eucaristía por la puerta del amor y del servicio

Este es el nombre que recibe este día en los libros litúrgicos. Esto significa que, si alguna referencia nos ha de guiar, sobre todo hoy, es la de la Pasión de Cristo, que tiene su punto culminante en su muerte en cruz.
Ahora, la segunda alianza de Dios, la que haría con todos los pueblos (todos los pueblos, todos, esta es la gran novedad que Jesús nos da a conocer en nombre del Padre del cielo), tenía que ser sellada con la sangre de su Hijo, y así éste sería nuestro Cordero pascual. Jesús tenía que ser nuestro Cordero pascual, inmolado para la redención del mundo, para el nacimiento de un mundo nuevo, de una nueva creación, de una nueva humanidad.
Entrar en la Eucaristía por la puerta del amor y del servicio. Juan nos hace entrar en la Eucaristía por la puerta del amor y del servicio a los hermanos. Así como Jesús se inclinó hasta los pies de los discípulos, también se abajaría (descendería, sería mejor decir aquí) hasta lo más profundo de sus corazones al darse como alimento destinado a fortalecer a estos mismos discípulos con el fin de que le amasen a él con total fidelidad y a los hermanos tal como a él, hasta llegar a la medida del amor con el que Cristo nos ha amado.
Cuando el día comienza a declinar, nos dirigimos a la iglesia. Vamos con un poco más de respeto que otros días, e incluso con un cierto temor en nuestro corazón, porque somos conscientes de que nos disponemos a dejarnos impregnar por los misterios de la gracia, de aquellos hechos con los que Cristo obtuvo nuestra redención. La iglesia parece más llena que otros días…
Después, volveremos a casa más admirados que silenciosos. ¿Qué otra cosa podemos hacer ante la Eucaristía del Jueves Santo?
En casa cenamos deprisa, y como si nos hubiésemos olvidado alguna cosa en la iglesia volvemos a ella para escuchar o para leer lo que Jesús dijo a los discípulos la noche del Jueves Santo, en la sobremesa de la Santa Cena, antes de salir hacia el Huerto de los Olivos (Evangelio de Juan, cap. 14 a 17).