El coraje al servicio de un pontificado
Benedicto XVI tuvo el valor de hacer una necesaria limpieza en la Iglesia [La Vanguardia] En esta hora de balance cabe destacar un aspecto del pontificado de Benedicto XVI que algunos observadores ya señalaron desde primera hora. No preveían en ningún momento un pontificado largo como el de su predecesor Juan Pablo II, que fue [...]

Benedicto XVI tuvo el valor de hacer una necesaria limpieza en la Iglesia
[La Vanguardia] En esta hora de balance cabe destacar un aspecto del pontificado de Benedicto XVI que algunos observadores ya señalaron desde primera hora. No preveían en ningún momento un pontificado largo como el de su predecesor Juan Pablo II, que fue elegido con 58 años y ocupó la sede de Pedro durante casi 27 años. Para Benedicto XVI se preveía un pontificado no tan largo -dada la edad del elegido-, un pontificado de continuidad, teniendo en cuenta la estrecha colaboración durante muchos lustros de Joseph Ratzinger con el papa polaco, y un pontificado de purificación y de limpieza.Este fue uno de los objetivos del pontificado del papa alemán, y la ha llevado a cabo con singular valor y coraje a pesar de su carácter tímido y sensible, lo que le reconocen todos los que le han tratado de cerca. Pocas semanas antes de ser elegido sucesor de Juan Pablo II, en el viacrucis del Viernes Santo de 2005, Joseph Ratzinger dijo: «Cuántas veces nos celebramos sólo a nosotros mismos sin darnos cuenta de Él! Cuántas veces se abusa y se abusa de su Palabra». Y, como apuntando a unos acontecimientos de un futuro próximo, añadió: «Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a Él!».
Pero además, hay otro texto muy significativo para interpretar su pontificado en el libro Jesús de Nazaret, que, como es bien sabido, escribió cuando ya era Papa, cumpliendo así una de las aspiraciones de su vida: retirarse a su Alemania natal para escribir, especialmente una obra sobre Jesucristo. No pudo hacerlo, como deseaba, en las horas tranquilas de su retiro en el país natal, pero logró hacerlo robando horas a sus compromisos como Papa.
En el capítulo dedicado a analizar la imagen de la viña, comentando la afirmación de Jesús en el Evangelio de Juan «Yo soy la vida verdadera y mi Padre es el viñador», Joseph Ratzinger escribió estas palabras. «La Iglesia siempre necesita limpieza. La necesita cada uno en particular. El proceso de limpieza, doloroso y necesario, atraviesa toda la historia, toda la vida de los hombres que han querido seguir a Cristo…» «Debe ser extirpada la grandeza de los hombres y de las instituciones; todo lo que se haya hecho demasiado importante es necesario que vuelva a la sencillez y a la pobreza del Señor mismo. Sólo por medio de estos procesos de mortificación se mantiene y se renueva la fertilidad», añadía exprimiendo la metáfora de la Iglesia como cepa y como viña del Señor.
El Papa, en este libro -que no era un acto oficial de magisterio pero que reflejaba sus pensamientos profundos- alertaba que la «fusión entre fe y poder político siempre tiene un precio: la fe se pone al servicio del poder y debe doblegarse a sus criterios». Y se planteaba después una pregunta clave: «¿Qué ha aportado Jesús realmente?» Y contestaba: «La respuesta es muy sencilla: nos ha aportado a Dios. Y, con él, la verdad sobre nuestro origen y nuestro destino; la fe, la esperanza y el amor».
Junto con el proceso de purificación de la Iglesia, el Papa teólogo ha hecho honor a su profesión de maestro de la fe y ha sido un gran testigo de Dios en la cultura actual, de la necesidad de Dios para hacer un mundo más humano, más a medida del hombre. Ha trabajado denodadamente para abrir un espacio a la fe en la cultura secularizada de los países occidentales. El que fue el teólogo de confianza de Juan Pablo II, llegó a la sede de Pedro, ha asumido el resto de la secularidad. También aquí ha sido un pontificado de continuidad con el de su predecesor, el Papa que llegó de Polonia.
En el libro entrevista de Benedicto XVI con Joseph Ratzinger titulado Luz del mundo: Una conversación con Peter Seewald. (Herder. Barcelona, ​​2010), el periodista le pregunta: «La mayoría de estos incidentes ocurrieron hace décadas (se refiere a los casos de pedofilia). Sin embargo, representan una carga especialmente para su pontificado. Ha pensado usted a renunciar?» Si el peligro es grande no se debe soslayar -responde el Papa-. Por ello, ciertamente, no es el momento de renunciar. Justamente en un momento como éste es necesario continuar firme y afrontar la situación difícil. Esta es mi concepción. Se puede renunciar en un momento sereno, o cuando ya no se puede más. Pero no hay que huir cuando hay peligro y decir: que lo haga otro».
«Por tanto, puede pensarse en una situación en que usted considere apropiada una renuncia del Papa?», Insiste el periodista. «Sí -le respondió Benedicto XVI-. Si el Papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede con el encargo de su oficio tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber, de renunciar «. Ahora lo ha cumplido.
Texto: Mn. Jordi Piquer