‘El arco y la flecha. Maravillas del Eros’ de Annick de Souzenelle

Todo conocimiento adquirido del exterior no puede ser realmente válido si no reactiva en el ser una memoria secreta de ese mismo objeto de conocimiento enterrado en él

«En el principio», en hebreo Bereixit, es la primera palabra del Génesis, cuya Tradición asegura que contiene la totalidad del mensaje de la Torá. Este «principio» no hace referencia a un «comienzo» de la Creación en el orden de nuestro tiempo de exilio, sino al principio fundador de todo lo que tiene vida; constituye el núcleo de la transfiguración de toda cosa. Este núcleo es divino, está sellado dentro de cada una de las cosas y está llamado a liberar su energía potencial en nosotros en una obra progresiva de desempeño. Todos somos portadores de este «principio», es nuestro verdadero tesoro, un tesoro oculto, enterrado, que pide hacerse conocer. En este sentido, todo conocimiento adquirido del exterior no puede ser realmente válido si no reactiva en el ser una memoria secreta de ese mismo objeto de conocimiento enterrado en él. ¡El maestro exterior no puede sino fertilizar la tierra, cavar y regar, pero «sólo Dios hace crecer»! ¡Y la fuerza de este crecimiento es la fuerza del eros, la fuerza del amor!

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