Despedida con las familias polacas
Los peregrinos dejan Bochnia con una familia más y un gran ejemplo de la misericordia en esta JMJ

Muchas maletas y sobre todo muchos abrazos. Muestras de afecto y gratitud por la acogida recibida durante estos días de las familias polacas que han abierto las puertas de sus casas a los peregrinos como si fueran hijos suyos. Una muestra de misericordia y el resultado de uno de los mejores recuerdos que tendrán de esta Jornada Mundial de Jóvenes.
Maletas y abrazos
A primera hora de la mañana, los jóvenes ya iban llegando con sus respectivas familias, que los acompañaban hasta la parroquia de San Joaquín, donde han compartido y vivido grandes momentos durante estos días. Abrazos, fotografías de recuerdo, intercambio de direcciones y teléfonos, todo con el fin de no perder el contacto y reencontrarse una vez más.
También los voluntarios, que han estado cuidando de los jóvenes desde el mismo miércoles por la noche que llegaron, se despedían firmándose las camisetas de la JMJ y las mochilas peregrinas.
Más tarde, todos -jóvenes, sacerdotes, voluntarios, familias- se han reunido en la pequeña parroquia de San Joaquín para celebrar la Eucaristía. Una celebración muy familiar donde se respiraba un gran calor, fruto de tantas experiencias vividas.
Testigos
El delegado de juventud de Terrassa, Mn. Josep Mateu, el encargado de oficiar la ceremonia, durante la homilía hizo un flashback sobre todo lo vivido durante la semana, e insistió mucho en cómo estos recuerdos hay que explicarlos una vez en Cataluña, para ser testigos de esta vivencia. Mn. Mateu recordó las palabras del Papa, que a su bienvenida pidió a los jóvenes que explicaran la alegría vivida: «Una alegría que viene de la fuerza que Dios infunde en nuestro corazón», dijo.
Una vez terminada la celebración se hizo una cálida ovación para todos los que han hecho posible este viaje, entre estos, los voluntarios, que desde la llegada hasta el momento de la despedida han estado pendientes de los peregrinos. Como recuerdo, se les dio a todos unas postales de Antoni Gaudí, invitándoles a venir a Cataluña a peregrinar.
Con las maletas cargadas, ahora ya sí se preparaban para la cita final con el Papa.