Desgranando la 'Amoris Laetitia'
La Exhortación apostólica impresiona por su amplitud y articulación. 'Amoris laetitia' analiza el amor en la familia a través de la Palabra, la enseñanza o la educación, la espiritualidad y la fecundidad

El documento está subdividida en nueve capítulos y más de 300 párrafos. Así, la familia -lejos de ser un ideal-, queda configurada como una realidad rica y compleja, conformada por la singularidad de numerosas situaciones personales.
Premisa
En siete párrafos introductorios, el Papa Francisco advierte la complejidad y la profundización que requiere el tema, que ha necesitado de las intervenciones y trabajos de los Padres sinodales para su posterior desarrollo. Ante esta complejidad, el Pontífice admite que el principio de inculturación es realmente importante para plantear y comprender los problemas que provoca la globalización. Pero, sobre todo, deja clara la singularidad de cada caso contraponiendo la ansiedad del cambio y la aplicación pura y simple de normas abstractas.
Capítulo primero: «A la luz de la Palabra«
El Papa articula su reflexión a partir de la Sagrada Escritura en este primer capítulo, que se desarrolla con una meditación sobre el Salmo 128, característico de la liturgia nupcial tanto judía como cristiana. A partir del dato de que la Biblia está poblada de familias, se puede meditar como la familia no es un ideal abstracto sino un «trabajo artesanal» (AL 16) que se expresa con ternura. Por tanto, la Palabra de Dios «no se muestra como una secuencia de tesis abstractas, sino como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino» (AL 22).
Capítulo segundo: «La realidad y los desafíos de la familia«
Después de «poner los pies sobre la tierra» (AL 6), Francisco enumera los desafíos de las familias: el fenómeno migratorio, las negociaciones ideológicas de la diferencia de sexos, la mentalidad antinatalista, el impacto de la biotecnología en el campo de la procreación, la falta de casa y trabajo, la pornografía, el abuso de menores, la atención a personas con discapacidad, el respeto a los ancianos, la desconstrucción jurídica de la familia y la violencia hacia las mujeres. Sin escuchar todas estas realidades no es posible comprender las exigencias del presente ni las llamadas del Espíritu. Gracias a este realismo se ayuda a no presentar «un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificialmente construido» (AL 36).
Capítulo tercero: «La mirada puesta en Jesús: la vocación de la familia«
Este capítulo está dedicado a los elementos esenciales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia. En sólo 30 párrafos y de manera sintética, este capítulo ilustra la vocación de la familia según el Evangelio y trata el tema de la indisolubilidad, de la sacramentalidad del matrimonio, de la transmisión de la vida y de la educación de los hijos. La mirada es amplia e incluye también las «situaciones imperfectas» y las «familias heridas», que hay que discernir correctamente.
Capítulo cuarto: «El amor en el matrimonio«
«El himno al amor» de San Pablo en 1 Cor 13,4-7 ilustra este cuarto capítulo, que es una exégesis atenta, puntual, inspirada y poética del texto paulino con una gran capacidad de introspección psicológica. El matrimonio, por tanto, es la cotidianidad del amor que pasa por una «combinación de alegrías y de fatigas, de tensiones y de reposo, de sufrimientos y de liberación, de satisfacciones y de búsquedas, de fastidios y de placeres» (AL 126). Este capítulo concluye con una reflexión muy importante sobre la «transformación del amor»: «No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad «(AL 163).
Capítulo quinto: «El amor que se convierte fecundo«
Concentrado en la fecundidad y la generatividad del amor, este capítulo habla de manera espiritual y psicológicamente profunda del recibir una vida nueva, de la espera propia del embarazo, del amor de madre y de padre. Pero también de la fecundidad ampliada, de la adopción, de la aceptación de la contribución de las familias para promover la «cultura del encuentro», de la vida de la familia en sentido amplio, ya que la familia no es sólo «mononuclear» sino que es una amplia red de relaciones.
Capítulo sexto: «Algunas perspectivas pastorales«
El Papa afronta algunas vías pastorales que orientan para construir familias sólidas y fecundas según el plan de Dios. Francisco asegura que es necesario mejorar la formación psico-afectiva de los seminaristas ya que a «los ministros ordenados les suele faltar formación adecuada para tratar los complejos problemas actuales de las familias» (AL 202). La guía a los novios en la preparación al matrimonio así como el acompañamiento a los esposos en los primeros años de vida matrimonial también son tratados en este capítulo, que pone énfasis en el acompañamiento a personas abandonadas, separadas y divorciadas y en el sufrimiento de los hijos en estas últimas situaciones.
Capítulo séptimo: «Reforzar la educación de los hijos«
Siguiendo con los hijos, el Pontífice dedica este capítulo a su educación: su formación ética, el valor de la sanción como estímulo, la educación sexual, la transmisión de la fe y, más en general, la vida familiar como contexto educativo. Hay que intentar que el proceso de maduración de los hijos se base en la libertad, la capacitación, el crecimiento integral y la auténtica autonomía.
Capítulo octavo: «Acompañar, discernir e integrar la fragilidad«
Este es el capítulo central de la exhortación: el más técnico y delicado. Se trata de una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante las situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor propone. El Papa escribe tres verbos muy importantes que después enumera: acompañar, discernir e integrar, fundamentales para afrontar situaciones de fragilidad, complejas o irregulares.
Capítulo noveno: «Espiritualidad conyugal y familiar«
Como bien dice el título, este capítulo está dedicado a la espiritualidad conyugal y familiar. Con claridad se dice que «los que tienen profundos deseos espirituales no deben sentir que la familia los aleja del crecimiento en la vida del Espíritu, sino que es un camino que el Señor utiliza para llevarlos a las cumbres de la unión mística» (AL 316). En el párrafo conclusivo Francisco afirma que «ninguna familia es una realidad perfecta y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar» (AL 325).
La exhortación apostólica concluye con una Oración a la Sagrada Familia (AL 325).