«Desertificación espiritual»

Artículo del obispo auxiliar de Barcelona publicado el pasado 22 de agosto en el semanario de información religiosa Catalunya Cristiana

Con esta expresión, el Papa Francisco nos quiere hacer ver cuál es el fruto del proyecto de sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas (cf. EG 86). Hay formas de hacer política que, viviendo de viejos esquemas ideológicos ya superados o de críticas a una Iglesia que no existe, lo tratan de forma muy poco moderna. Lo digo así, porque la modernidad bien entendida asume la laicidad como un valor positivo y no como pretexto que invita a combatir, a hacer la contra o excluir.
La presencia pública del hecho religioso en medio de una sociedad que se autodefine laica no es de ninguna manera un freno o un estorbo para que la sociedad humana avance sirviendo los derechos humanos, sino que contribuye a que se cumplan aún más. El derecho a la vida y el derecho a la libertad religiosa, como todos los demás derechos, van bien cogidos de la mano para servir en cualquier sociedad la dignidad y la integridad de la persona humana.
Con toda razón el Papa Francisco dice que «nadie puede exigirnos que relegamos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin ninguna influencia en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. Quien pretendería incluir en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Una auténtica fe -que nunca es cómoda ni individualista- siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor tras nuestro paso por la tierra»(EG 183).
Vaciar de contenido las tradiciones de un pueblo o relegarlas a la privacidad es atentar contra lo que le da identidad y forma parte de su hacer de cada día. En este sentido, la Iglesia -como parte viva del pueblo que es- hace y quiere hacer pueblo aportando los propios valores cargados de humanidad y que son los del Evangelio para que ayuden a una convivencia cada día mejor, fundamentada en la justicia, el amor, el perdón y la paz.
Mons. Sebastià Taltavull Anglada 
Obispo auxiliar de Barcelona
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