Cuando comprendernos es confiar
Unos y otros necesitamos aprender, valorarnos positivamente, reconociendo las propias capacidades y cualidades. No valen los argumentos de autoridad si no van acompañados de aquella coherencia personal

Me gusta que los jóvenes me hagan preguntas porque me obliga a escucharles y a hacerles caso. Lo digo así porque creo que es uno de los deberes más importantes que tenemos los adultos, especialmente cuando se ha ejercido o se está ejerciendo una responsabilidad educativa. A cada pregunta, sin embargo, corresponde una o muchas respuestas, no prefabricadas sino vividas y explicadas desde el propio testimonio. Decía el beato Pablo VI que «hoy se presta más atención a los testigos que a los maestros, y si se escucha a los maestros es porque son testigos». ¿Es eso lo que los jóvenes buscan?
La otra cara de la moneda es la acogida y la atención junto con la respuesta que les damos. El diálogo promete un buen resultado cuando jóvenes y adultos en igualdad de condiciones sabemos encarar lo que se pone a debate con transparencia, con sinceridad y con ganas de construir. Pensemos que tras las preguntas siempre hay una persona concreta con una historia, unos problemas, unos deseos. Como también, tras las respuestas hay una valiosa experiencia que se comunica, unos nuevos interrogantes que aparecen, unos retos que deben ser asumidos.
A pesar de todo y para que el diálogo sea constructivo y salgamos satisfechos, será necesario favorecer un buen clima de comprensión por ambas partes y tener la confianza de que es posible entenderse. Unos y otros necesitamos aprender, valorarnos positivamente, reconociendo las propias capacidades y cualidades. No valen los argumentos de autoridad si no van acompañados de aquella coherencia personal que pretenden conseguir. Los hechos son los que dan la garantía de la credibilidad. Por eso, es bueno que en el adulto-educador se descubra al adulto-testigo, porque habrá asumido en la propia vida el proyecto que pretende transmitir. Entonces, la comprensión mutua puede convertirse en confianza.
Cuando en nuestros grupos cristianos y de inspiración cristiana tenemos en Jesús y el Evangelio el referente de identidad, deberemos hacer este ejercicio cotidiano de diálogo, sobre todo cuando los jóvenes nos llenan de preguntas. No los rehuyamos ni les dejemos sin respuesta.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona