Creer es establecer diálogo
Hace pocos días, alguien me ha preguntado con interés qué significa creer en Dios. Hemos comentado que quien «cree» está admitiendo su existencia y, a la vez, admite que puede establece
Puede comunicarse con Dios. La relación siempre es confianza, es diálogo íntimo, es voluntad de conocimiento y reconocimiento. Dios me habla y yo lo escucho. Dios me da a conocer y yo accedo a entrar en su «misterio» porque sé que me quiere y me merece toda la confianza. Así nos lo muestra Jesús con su relación con Dios.
Hay un fenómeno de atracción mutua. Aunque Dios tiene la iniciativa, hay que reconocer que en el corazón humano hay un deseo que quiere encontrar su pleno cumplimiento. Por eso decimos que «el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, ya que el hombre ha sido creado por Dios y para Dios. Dios no cesa de atraer al hombre hacia Él, y sólo en Dios encontrará la verdad y la dicha que constantemente».
Aun cuando hay dificultades y una niebla espesa parece invadirlo todo, aparece una luz en lo más íntimo de la persona. Desde el día que lo leí, me ha impresionado lo que dejó escrito Etty Hillesum, una joven danesa de veintinueve años, pocos meses antes de morir en una cámara de gas en Auschwitz: «Dentro de mí hay una fuente muy profunda. Y en esta fuente encuentro a Dios. A veces puedo llegar, pero a menudo está cubierta de piedras y de arena: en estos momentos Dios está enterrado, entonces conviene desenterrarlo nuevamente».
En nuestra vida, aunque tuviéramos la impresión de que Dios no existe o la fuente donde encontrarlo está llena de piedras y arena, puede llegar el momento decisivo en el que pronunciamos el «sí» de la fe, que siempre será un don. Sin embargo, cuando tomamos la decisión de encontrarnos personalmente con Jesucristo o -como dice el Papa Francisco-de dejarnos encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso, entonces se nos abre un nuevo horizonte y la vida puede tomar una orientación definitiva.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona
