Cinco diáconos y dos sacerdotes, al servicio de Dios y de la iglesia archidiocesana de Barcelona

La Sagrada Familia acogió, en la festividad de la Merced, la ordenación de Mn. Marc Labori y Mn. Melcior Trèmols como sacerdotes, y la de Mn. Carles Ballvé, Mn. Marc Aliguer, Mn. Albert Solos, Mn. Adilson Tolentino y Mn. Jordi Salvany como diáconos

La Iglesia de Barcelona ya cuenta con siete nuevos ministros: cinco diáconos y dos sacerdotes. El Cardenal Arzobispo de Barcelona, ​​Dr. Lluís Martínez Sistach, los ordenó el pasado jueves en la Sagrada Familia, con motivo de la Solemnidad de la Virgen de la Merced, en una celebración en la que asistieron casi cien sacerdotes y diáconos. Todos los ordenados -Mn. Marc Labori y Mn. Melcior Trèmols como sacerdotes, y Mn. Carles Ballvé, Mn. Marc Aliguer, Mn. Albert Sols, Mn. Adilson Tolentino y Mn. Jordi Salvany como diáconos- contaron con el apoyo de familiares, amigos y feligreses de las parroquias donde sirven, que no quisieron perderse un día tan importante para los nuevos ministros de la Iglesia de Barcelona.

Una presencia amorosa, solidaria y de fe

En la homilía, antes del rito de ordenación, el Arzobispo de Barcelona hizo un llamamiento a todos los jóvenes ya que «la Iglesia necesita este servicio de ministerio». Dándole gracias a Dios por los nuevos ministros, el Cardenal Sistach les recordó que a partir de ahora ponían su vida al servicio de Dios, «una vocación maravillosa para que pongan la vida en servicio de los hermanos». Siguiendo el Evangelio del día, las bodas de Caná, el Arzobispo aconsejó que debían ser como María y tener «una presencia amorosa, solidaria y de fe (…) porque su vida es de amor total sin exclusión».

Rito de la ordenación

En primer lugar, los que debían ser ordenados manifestaron su compromiso ante el obispo y de todo el pueblo de Dios de cumplir el ministerio de diácono y de sacerdote tal como lo quiere la Iglesia. Después, prometieron obediencia al obispo. Minutos más tarde, los siete se postraban en el suelo como signo de humildad y oración mientras todos los asistentes invocaban a los santos y santas pidiendo para ellos la gracia de Dios.

El momento central de las ordenaciones fue cuando el obispo les impuso las manos en la cabeza en silencio y, en el caso de los sacerdotes, también sus compañeros presbíteros. Se trata de un gesto de los mismos apóstoles y se continuó con la oración de ordenación. Esto son los signos que hacen que los candidatos reciban el don del Espíritu Santo para vivir el ministerio de diáconos y sacerdotes. Una vez ordenados, sus compañeros los revistieron, para que se vea exteriormente cuál es su ministerio.

Como signo del oficio diaconal de proclamar el Evangelio en las celebraciones litúrgicas y de predicar, de palabra y obra, la fe de la Iglesia, el Cardenal Sistach les entregó los libros del Evangelio a los cinco nuevos diáconos. Con el beso de paz del obispo se selló la aceptación de los nuevos diáconos como colaboradores suyos.

Finalmente, los ordenados quisieron dirigir unas palabras de agradecimiento a todos los familiares y amigos que habían asistido al acto: «Que el Señor nos ayude a hacer vivas sus palabras ‘Os he elegido'».

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