¿Casi una religión?
Es la frase que ha resonado en algunos medios de comunicación refiriéndose al Mundial de fútbol. El Papa Francisco también ha dicho «El fútbol puede y debe ser una escuela para la construcción de la "cultura del encuentro"»

Una cultura que permita la paz y la armonía entre los pueblos. «Este es un acontecimiento que supera las fronteras de lengua, cultura y nación».
A la alegría con que lo hace, se añade la esperanza de que sea una fiesta deportiva, una fiesta de solidaridad entre los pueblos. El juego deportivo puede convertirse en una ocasión de diálogo, de comprensión, y de enriquecimiento humano, «un instrumento para comunicar valores que promueven el bien de la persona y contribuyen a la construcción de una sociedad pacífica y fraterna». «Pensamos -dice- en la lealtad, la perseverancia, la amistad, el compartir, la solidaridad.» Ante todo esto, puede ir bien un examen de conciencia, cuando para tantas personas el fútbol, en concreto, mueve tanta especulación, dinero y dependencia fuera de toda autocrítica.
«En el juego de un equipo -dice el Papa Francisco- es necesario pensar en primer lugar en el bien del grupo». Para ganar, hace falta superar el individualismo, el egoísmo, todas las formas de racismo, intolerancia e instrumentalización de la persona humana. Todo esto, como en tantas otras realidades, es fundamental el esfuerzo y el sacrificio, hoy tan rechazados o decantados por la comodidad y facilidades a las que nos hemos acostumbrado.
Todavía nos da una última lección que debemos aprender del deporte: el respeto debido entre adversarios. «Nadie gana solo, ni en el campo de juego ni en la vida. Que nadie se aísle ni se sienta excluido… Aprendiendo las lecciones que el deporte nos enseña, todos saldremos ganadores, reforzando los vínculos que nos unen. ¿Casi una religión? También en el deporte podemos vivir aquellos valores sobrenaturales que nos hablan de Dios y hacen más humana y digna la convivencia entre nosotros.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona