Brotes de resurrección
Reflexión del obispo Taltavull sobre el proyecto cristiano entendido como propuesta de fraternidad que debemos asumirla y hacerla vida en nosotros

Jesucristo Resucitado transforma la vida de todos los que creen en él, anima a los que les cuesta creer y llama a la fe a quienes no creen. Es así que, cuando tenemos dudas y se extiende el desánimo, él sale a nuestro encuentro y espera nuestra acogida llena de confianza. Con él a nuestro lado, y vencido el miedo, somos capaces de soportar las dudas que persisten y avanzar con el ánimo de superarlas. Quién sabe si la duda es síntoma de inseguridad, de miedo, de ignorancia o, incluso, de una pretensión individualista que no se abre a Dios ni a los demás.
Esta visión resulta raquítica y empobrecedora. ¿Cómo salir de ella? Debemos partir de una actitud netamente cristiana: la humildad. Acercarse a Jesús o, mejor dicho, dejar que sea él quien se acerque, pide de uno mismo sentirse necesitado de él, querer encontrar la razón de la esperanza que da sentido a la vida, experimentar que Alguien me ha amado primero y que lo sea todo para mí.
Fijémonos en la reacción de Tomás. Son así muchas de nuestras reacciones de hoy, no solo de palabra, sino de hechos. ¡Cuántas veces se nos presenta Jesús, nos habla y no le reconocemos! Este encuentro adquiere tonos de proximidad, los tonos entrañables de la amistad. Por eso, en el momento de corresponderle, necesitamos de los demás, del grupo de creyentes, de la comunidad cristiana. La humildad con la que aceptamos que el Señor nos sale al encuentro es el paso decisivo para el reconocimiento creyente que supera cualquier duda. Así, nos abrimos a la necesidad de confiar.
El proyecto cristiano, nacido de la resurrección del Señor, es una propuesta de fraternidad que debemos asumirla y hacerla vida en nosotros. Si el tiempo de Cuaresma fue de preparación, ahora, el de Pascua es para vivirlo intensamente. «Su resurrección no es algo del pasado —dice el papa Francisco— entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección» (EG 276). Descubrámoslos y hagámoslos rebrotar allí donde más lo necesita nuestro pueblo.