Beato Óscar Romero
Óscar Romero: "Mi muerte, si es aceptada por Dios, será por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro"

Ha llegado el momento. Somos muchos los que nos hemos alegrado y lo agradecemos. Entre el silencio orante y el reconocimiento público, la Iglesia proclama la santidad de quien ha dado la vida por Cristo y por los hermanos. Por Cristo, porque le hace llegar a todos sin exclusión, y por los hermanos, porque su corazón de pastor lo ha descubierto en los más pobres. Su profética voz se ha hecho sentir, muy incómoda por los que abusan de un poder que se atribuyen y no tienen, los dictadores de turno, pero al mismo tiempo una voz muy escuchada y apreciada por quienes se sienten queridos y apoyados por quienes son víctimas de la violencia y la injusticia.
Desde su muerte, asesinado mientras celebraba la Eucaristía en un hospital, el obispo Óscar Romero ha sido un referente de santidad para toda la Iglesia, como también lo son los mártires de hoy y de siempre. Un referente cercano como obispo-pastor-modelo para nosotros, presbíteros jóvenes, cuando en los años ochenta estábamos plenamente involucrados en la pastoral juvenil. Su valiente actitud fue un estímulo para nuestro celo apostólico. Entre otros, como Juan XXIII, Hélder Câmara, Pablo VI y Pere Casaldàliga, el suyo era uno de los testimonios que quise dejar escrito en el tema que se refería a la misión del obispo en uno de los libros de preparación a la Confirmación.
Decía en una entrevista: «Me gusta el calificativo de hombre de esperanza. Creo que es mi misión. Yo he intentado sembrar esperanza, mantenerla en el pueblo. Hay un Cristo liberador que tiene fuerza para salvarnos. Yo intento poner a mi gente en esta esperanza. Como pastor, estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por aquellos que amo, que son todos los salvadoreños, incluso los que vayan a asesinarme. Mi muerte, si es aceptada por Dios, será por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Usted puede decir, si llegan a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá que se convenzan de que perderán el tiempo. Un obispo morirá, sin embargo la Iglesia de Dios, que es el pueblo, jamás morirá.»
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona