Atravesar un nuevo umbral
Peregrinar es aceptar un proceso, un ir a más y mejor, una conversión sincera. El objetivo es llegar a ser misericordioso como lo es Dios

El Año jubilar de la Misericordia nos propone a los seguidores de Jesús una nueva forma de caminar. Lo hace con unos términos nuevos, ofreciéndonos vivir con una actitud diferente, la actitud del peregrino que para avanzar debe dar y recibir confianza. Se trata de algo interior, de acertar aquel lugar en el que es posible el encuentro con Dios que nos da la persona de Jesús hasta experimentar la alegría del Evangelio. Peregrinar es caminar, es vivir etapas, es crecer, es poner nuevas dimensiones a nuestra vida y a la de aquellos y aquellas con quienes nos encontramos haciendo un mismo recorrido.
Peregrinar es aceptar un proceso, un ir a más y mejor, una conversión sincera. El objetivo es llegar a ser misericordioso como lo es Dios, nuestro Padre, siempre desde la plena confianza en el Hijo. Es Él quien nos invita y nos dice: «Sed misericordiosos como lo es vuestro Padre», y se hace creíble porque Él mismo lo hace realidad en su vida. Por eso, podemos decir con certeza que Él es el rostro misericordioso del Padre. El papa Francisco dice que «siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia» y que «hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre».
Para llegar a él, un estilo peculiar de peregrinación puede acercarnos a este objetivo. La peregrinación «es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia», la meta es la misericordia y conseguirla requiere compromiso y sacrificio. La peregrinación, pues, debe ser estímulo para la conversión. «Atravesando la Puerta Santa —dice Francisco— nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros.» Atravesar este nuevo umbral es abrir el corazón al amor de Dios, es vivir a fondo la alegría del perdón y darlo ilimitadamente a los demás, es no juzgar ni condenar a nadie, es abrazar a todos con amor fraternal.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona