Amplias visiones espirituales
Que el Estado y las instituciones que dependen de él sean aconfesionales es lo que debe ser, pero de ello no se deduce que la gente no pueda ser creyente ni manifieste públicamente su fe, como bien lo ampara la Declaración de los Derechos Humanos.

Lo he leído hace pocos días en un magnífico artículo del escritor portugués Gabriel Magalhães, a quien tuve el honor de presentarle su libro Mirall de Vida, una lectura quotidiana de l’Evangeli, del cual dice que lo que leía en él lo veía reflejado en la vida. Se refiere a «amplias visiones espirituales» —dice— que la cultura catalana ha aportado al mundo, y muchos no se dan cuenta, lo cual hace que se quiera hacer olvidar una tradición espiritual propia que es, al mismo tiempo, tan interesante de conocer. Y lo refiere a la progresía, de la que dice que no es capaz de entender la oportunidad de diálogo que tiene delante. Sin diálogo, lo sabemos, no se avanza.
El diálogo puede romperse de muchas maneras, también con el ataque o con la indiferencia. Sea de una manera u otra, no ayuda nada a ser personas, a construir «pueblo», donde la variada riqueza cultural, religiosa y humana es asumida e incorporada a su identidad. Magalhães dice que cuando un catalán tiene fe, los ojos se le llenan de amplios panoramas y, al final, termina sujetando el universo entero en su mano, como le ocurre a la Virgen montserratina. Quiero reforzar la oportuna importancia de esta visión cuando el elemento religioso a menudo es ridiculizado, despreciado, o, incluso, descartado.
Que el Estado y las instituciones que dependen de él sean aconfesionales es lo que debe ser, pero de ello no se deduce que la gente no pueda ser creyente ni manifieste públicamente su fe, como bien lo ampara la Declaración de los Derechos Humanos. Quien confunde «laicidad» con «laicismo» llega a decir disparates y la convivencia le es pesada. Y cito, finalmente, a Magalhäes cuando en el mencionado artículo dice que si Cataluña articulara su hambre de futuro con sus viejos sabores espirituales sería, en su conjunto, una enorme Sagrada Familia por todos admirada.
Quiero intuir que lo que nos hace ver es la necesidad de sumar esfuerzos para conseguirlo. Sin duda, el resultado será una multiplicación infinita que nos beneficiará a todos.
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona