Acompañar, discernir e integrar: los tres verbos del Papa ante la fragilidad
Francisco propone, en el capítulo octavo de la exhortación 'Amoris laetitia', una invitación a la misericordia en el discernimiento pastoral ante situaciones frágiles o complejas

El papa Francisco propone, en el capítulo octavo de la exhortación Amoris laetitia, una invitación a la misericordia en el discernimiento pastoral ante situaciones frágiles o complejas. Y lo hace a partir de tres verbos que son la base para afrontar este tipo de realidades sociales: «Acompañar, discernir e integrar«. El capítulo octavo -el más técnico y delicado de la exhortación pastoral- presenta, pues, la necesaria graduación en la pastoral, la importancia del discernimiento, las normas y circunstancias atenuantes en el discernimiento pastoral y lo que el Papa define como «la lógica de la misericordia pastoral».
Una responsabilidad que hay que asumir
Antes de continuar con sus reflexiones, Francisco define el matrimonio cristiano y admite que hay «otras formas de unión que contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de manera parcial y análoga».
A partir de aquí, el Pontífice desarrolla los tres verbos que propone ante las situaciones de fragilidad. En cuanto al «discernimiento«, el Papa Francisco advierte que se deben evitar los juicios que no tengan en cuenta la complejidad de cada situación particular ya que «es necesario estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición «(AL 296). Sobre la singularidad de cada caso, pide un «responsable discernimiento personal y pastoral» ya que «el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos» y, por tanto, las consecuencias o «efectos de una norma no necesariamente tienen que ser siempre los mismos «(AL 300). Pero el Papa, en este sentido, evita hacer una norma general que abarque todas las situaciones particulares que, precisamente por ello y citando Santo Tomás de Aquino, «lo que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de norma» (AL 304).
A partir de aquí, entra en juego «el acompañamiento«. Es necesario comprender las situaciones excepcionales y acompañarlas porque, como dice el Pontífice, «hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas» (AL 307). El Papa desarrolla de una manera profunda las exigencias y características del camino de acompañamiento en diálogo profundo entre fieles y pastores. Este acompañamiento no sólo lo podrán realizar los ministros de la Iglesia sino también «laicos que vivan entregados al Señor».
Sobre «integrar» y teniendo en cuenta la singularidad de cada caso, el Pontífice concluye que se debe integrar a todos: «Se ha de ayudar a cada persona a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial para que se sienta objeto de una ‘misericordia inmerecida, incondicional y gratuita'» (AL 297). En esta línea, acoge las observaciones de muchos padres sinodales, y afirma que «los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diferentes formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo» (AL 299). Por lo tanto, en ningún caso deben sentirse excomulgados, sino al contrario: tienen que vivir y madurar la fe como miembros vivos de la Iglesia.
Misericordia, en todo su significado
«Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esta es la peor manera de licuar el Evangelio». Así concluye el Papa Francisco este capítulo central de la exhortación, en la que quiere invitar a aquellos que están en situaciones personales frágiles a vivir la fe con intensidad y, del mismo modo, a los ministros de la Iglesia a escuchar y a demostrar empatía con cada caso particular: «Invito a los fieles que están viviendo situaciones complejas, que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que vivan entregados al Señor. No siempre encontrarán en ellos una confirmación de sus propias ideas o deseos pero seguramente recibirán una luz que les permita comprender mejor lo que les sucede y podrán descubrir un camino de maduración personal. E invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en el Iglesia» (AL 312).