Acoger a los hermanos refugiados
Llegan después de un largo y penoso éxodo huyendo del hambre y de la violencia. Necesitamos trabajar ahora solidariamente, no tanto con manifiestos y declaraciones, sino con gestos concretos

El papa Francisco ha sido contundente. Ha hecho un llamamiento a las parroquias, comunidades religiosas, monasterios y santuarios para que acojan a los refugiados que llegan a Europa
Llegan después de un largo y penoso éxodo huyendo del hambre y de la violencia. Ya el día antes, como un primer paso, pusimos a disposición una parte del antiguo Seminario Menor de la Conrería. Necesitamos trabajar ahora solidariamente, no tanto con manifiestos y declaraciones, sino con gestos concretos que pongan solución inmediata a la desesperación de personas y familias que sufren la incomprensión, la indiferencia y el descarte de los que podrían poner solución a este problema social tan grave, y no los ponen. Resuena nuevamente: «¿Dónde está tu hermano?»
Esta es la punta de un iceberg que muestra la gravedad del problema. Se trata de personas a las que les ha sido imposible vivir con libertad y dignidad en su hogar y por eso es el momento de actuar en su beneficio acogiéndolos en el nuestro. Pese a todo, los interrogantes persisten cuando vemos que deben huir de sus países a causa de la violencia, se vive con mucho miedo y no pueden soportar más esta situación indigna.
«Cualquier comunidad de la Iglesia —dice Francisco— en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos» (EG 207).
Esta llamada a nuestra conciencia no nos puede dejar tranquilos en un momento en el que «es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles ni inmediatos» (EG 210). Entre estas nuevas formas de pobreza, ¡los refugiados están ya a la puerta y llaman!
Sebastià Taltavull Anglada
Obispo auxiliar de Barcelona